U N P O E M A E S U N C A N T O
Q U E Y A N O V A L E L A P E N
A V O L V E R A C A N T A R.

Ésta debe ser la última vez que releas este poema
que en realidad ya no importa lo que significa o lo que
busca decirte. Es una boca sin lengua y sin dientes.
Un guiño. Una pestaña. Ahora,
es un relámpago y el sonido diferido de un trueno.
Pareciera que, las experiencias, los recuerdos en mi
cabeza fueran
películas piratas proyectadas con subtítulos mal redactados.
y mis poemas ecos: Rebotes y huellas. Cráteres
formados por lluvias de asteroides que
han pasado por encima de dinosaurios y
mi cuerpo. Ahora,
Todo este acoso ruidoso ya de nada sirve.
Porque es cierto,
los poemas se escriben con imágenes y metáforas,
no sólo con
sueños y voluntad propia, no
las palabras no se escriben solas, no
las palabras tienden a ser más que palabras
son raíces de un árbol plantado entre el cemento y
un ciudad de cinturón apretado, son
olas, marea espuma que va y regresa,
un ritmo circular que no cesa, un
patrón sin posibles ecuaciones. Yo,
Escribo por necesidad de construir un futuro cancelado
Con materiales obreros que le pertenecen al pasado;
Me mueven las ganas de sanar a fantasmas de elementos que aún no han muerto.
Como pisar la sombra de tu pareja, mientras das un paseo.
Escribo poemas largos porque es de suma importancia tener que decir algo.
No tweets. No aforismos. Enciclopedias, letanías: decir algo.
Y no sólo decirlo. Sino cómo decirlo. Como Beckett lo dijo.
Meter el dedo en la llaga. Reabrirlo.
Ésta, debe ser ya, quizá, la última vez que te dignas cruzar una mirada con mis palabras.
No las mires para abajo. No pudieron salvar su propia existencia. Solo llegaron ser poema. Noema. Minuta mediocre. Y
Se desnudan tras bambalinas. Son,
Apenas el artificio, el aura de todas las cosas. Y es que:
Prefiero el atardecer, que la palabra atardecer.
Prefiero la belleza, que la palabra belleza.
Prefiero el dolor, que la palabra dolor.
Las palabras son mediocres ante lo [extra] ordinario de lo cotidiano:
El olor de un bote de basura,
una cañería abierta,
comida dentro de una lata,
una mujer abierta de alas
son un poema. Por eso y por otras razones,
esta debe de ser la última vez que repasas estas palabras.
Porque no hay motivos
para explicarte porque llueve,
porque sale el sol cada día
porque la luna
porque la duda.
La rutina es algo inmanente a nuestra existencia.
Las palabras son tus aretes, ornamento que deberás guardar
en un cajón de vez en cuando.
Aunque no se logren despegar de tu papilas.
Por ejemplo, como hoy mientras comías y yo te decía,
Mira mis dedos: son cinco salchichas.
Mira mis piernas, mis pies, mis agujetas. Vísteme.
Llévame de paseo a
Tu pueblo
Tu parque
Tú casa
Tú sala,
Tu cuarto,
Tu cama,
Tu sueño
Involuntario
Y despierta. Repasa los hechos.
Haz la relectura.
Esta debe ser la última vez que repasas este sueño,
Que después hiciste poema.
Que en realidad sólo en una serie de códigos indescifrables para un analfabeta.
(Acuérdate sin rima en la oración,
que alguna vez imaginaste recibir de regalo de cumpleaños un pez beta) Y
Platícale que aquí no hay nada. A tu madre.
Platícale que aquí no hay nada. A tu hermano.
Platícale que aquí no hay nada. A tu amigo.
Platícale que aquí no hay nada. A tu novio.
Platícale que aquí no hay nada. A tu perro.
Explícale que esto es un poema.
Explícale que esto no es más un una bolsa
Con papas con acentos, con puntos y comas.
Dile que es mejor hacer ejercicio,
tomar vitaminas, abrir las ventanas, dile
Que es mejor meter los poemas al fuego.
Ésta de debe de ser la última vez que repasas este poema
Toma tus cosas,
abre el paracaídas
de hilos frágiles,
y carpa ancha
Y salta.