25 RAZONES DE BUZZFEED.

Rasé.

Me cansé de conocer a la misma gente de siempre, de terminar en las mismas reuniones, de utilizar el mismo lenguaje y la mismas expresiones, me cansé de pagar el mismo celular que todos tienen, el mismo peinado,  los mismos zapatos, pantalones,  camisas y aspirar a los mismos autos. Me cansé de escuchar la misma música todos los fines de semana, de seguir la misma rutina, de rellenar mi vacío diario con pornografía, memes y de subir fotografías de mi felicidad a redes sociales a gente que no le importo nada. Me cansé de los likes, de esperar a que el mundo me aplauda, para tener un valor en este mundo, para poder sentirme reconocido, para ya no sentirme en éste cuarto tan sólo, tan herido. Me cansé de encontrarle un sentido al empleo que no elegí, a la carrera universitaria no elegí, por miedo a encajar con las demás personas. Me cansé de pretensiones, de dar  buena cara, a mis tíos, a mis amigos, a mis padres, a mis abuelos, a los desconocidos en el metro.  Me cansé de mandar emojis falsos de corazones a gente que realmente no me importa si se va o se queda, de compartir grupos en whatsapp para formar parte de algo, con más gente que cómo yo, se encuentra vacía pero sonríe en los antros moda para formar parte de algo. Estoy cansado de rellenar el silencio con pláticas absurdas, quiero hacer lo que se me dé la gana,  de por un momento no pensar en nada,  a pesar de tener a todo volumen el bombardeo masivo de la televisión de paga. Me cansé de aspirar a un coche, a una casa y aún patrimonio decente, de suspirar por un futuro que toda una sociedad lo considera el más grandioso precedente. Me cansé de satisfacer a mis conocidos, para que  puedan aprobarme el día que esté muerto. Me cansé de justificar de mil maneras que la vida  que elegí, debe de vivida de ésta manera; me cansé de atenuar la rabia que siento con alcohol, con tachas, con mota, con otra pastilla que me recomendó el  psiquiatra. Me cansé de recetas médicas, de pastillas para la ansiedad, para la tirria, para la melancolía, me cansé de tenerle miedo al SIDA, al cáncer, al herpes, a que cada día se me separen más los dientes,  al colesterol bajo,  a la taza alta de enfermedades, a ser continuos pacientes de éste mundo contaminado  que le gusta caminar con tapabocas y de tener múltiples membresías y ser clientes frecuentes de la Coca Cola. Me cansé coger sólo para tener hijos,  de abstinencia, los preservativos y anticonceptivos. De que alguien se haya tirado a un chango y ahora todos estemos malditos. Me cansé de tener que cuidarme tanto, de tener que subsidiar un seguro de coche, de vida, de toda una generación que no  conoceré, de mis futuros hijos, de su familia. Me cansé de ser un ignorante. De sólo poder leer 140 caracteres por día, de Deepak Chopra, de Jorge Bucay, de los libros de superación personal. Me cansé del monje que vendió su Ferrari. Me cansé de los intelectuales que hablan como libros sólo para amurallarse en su esnobismo. Me cansé de Homero, de Cervantes, de Neruda, de Rosario Castellanos, de Octavio Paz y de Gabriel García Márquez. Me cansé de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar, de Roberto Bolaño y de los Detectives Salvajes.Me cansé de los profesores que dicen que esto no es literatura. Qué sólo lo que segrega forma parte de la cultura. Me cansé de los hombres que funcionan como diccionarios, de aquellos que todo lo categorizan,  todo lo catalogan, de aquellos  que nombran pintores, nombran autores, nombran músicos, nombran fotógrafos, nombran de todo menos sus errores y todo para tener que demostrar que no son unos pendejos, para no sentirse indefensos a falta de ruido, en su silencio. Me cansé de los centros de meditación, del incienso y de alfombras  de yoga. Me cansé de no poder hacer ejercicio por no poder pagar un gimnasio, porque el parque no me basta, porque la montaña no me basta, porque la calle no me basta, mi cuerpo no me basta, porque la ropa deportiva no me basta. Me cansé de los hípsters, de los darketos, de los punketos, de los mirreyes coquetos, me cansé de los abogados, de los doctores, de los poetas calificados, de los ingenieros y los arquitectos. Me cansé de la gente que se siente original, de la gente que se perjura especial. Me cansé de los niños índigo, me cansé de los comerciales de cosméticos, de Laura Bozzo, de Lolita Ayala, de Lopez Dóriga, de Loret de Mola, el chavo del ocho y la revista Hola. Me cansé del papa, de Buda, Mahoma, del Che Guevara, de Jesucristo,  de la guerra en Irak, del genocidio sirio, judío, la guerra en medio oriente y de los chistes de Obama. Ya me cansé de la comida, rápida, de los partidos políticos y del presidente en turno. De esperar un turno también, en esta fila, para que me den una credencial, con nombre y apellido. Para pasar a registrarme en éste juego que no elegí jugar. Para participar en éste monopoli humano amargo de tragar.

Hoy me levanto el vestido. Suelto el listón de mi pelo.

Ya me cansé de todo y de todos.

Menos de destruir relojes, de taladrar caminos y cambiar.

Siempre es ahora.

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Audio.

Rasé.

Ya no quiero llorar los sábados por la noche. Mira la fotografía en la que sonreímos. Ponle pausa a la película. Ahora me toca lamerte la espalda. Para limpiarte como perro la mugre. Para comerme tus piojos como simios. Para saborearte como helado de vainilla. Ay niña, Ya no me preguntes que pienso. Que piensas. Soy un guitarrazo apremiante, un asesino en serie, la masacre en una escuela gringa, me vengo en este momento de todos los que me envidian, soy puntual pero llego tarde, no soy disperso pero pienso en muchas cosas al mismo tiempo. Ya no me juzgues con tus telescopios, ya no me preguntes que me pasa, ya no pongas entre paréntesis, que estamos aquí para ser el latigazo de las bestias. El taconazo rasposo de la cumbia seca. Vámonos a bailar a otra fiesta, vámonos a tender las sombras en la azotea. Que ya nos dijo Hugo, esta noche todos tenemos alas y sobre la gran cabeza brillan las estrellas. Ya no quiero discutir con el megáfono atorado en la garganta este sábado por la noche. Quiero que me platiques tus pesadillas, para meterlas a la lavadora y olvidarlas ahí,  apestando a humedad.

Nos merecemos cielos azul turquesa, Negra, porque tú y yo somos aguinaldo y quincena, tormenta de arena, apenas, esas apuestas que no jugaban a nuestro  favor, se van difuminando, diez minutos más y se van difumando, bésame aquí, en este sillón del que no nos hemos parado en toda la tarde, porque somos demasiado idiotas para comprender que el mundo es el tópico más complicado que jamás alguien podrá redactar. Ponte tu  playera de tiburones y los aretes de calavera, ponte tu vestidito entallado y vamos a fabricar abstracciones intrascendentes de los coches, aquí en el puente peatonal de nuestro alucine. Eres mi única amiga, la misma sensación de la está hecha la de anarquía. Si tú te truenas globos en la cabeza, yo me hago caldo de gallina, si tú te meces sola y sin guía, yo me desmorono como mazapán y me deslavo como cerro en carretera.

Súbete las mariposas, aumenta las respiraciones, bájate las expectativas y las contradicciones, que te voy a voltear mala fortuna, mirando hacia la almohada, porque en esta ruleta rusa, ya no quiero llorar los sábados por la noche, quiero ser el trópico que le de temple a tus huracanes y naufragar en ésta cama, hasta que nos empolvemos, arrinconados en la memoria de una habitación con los recuerdos tejidos como telarañas,  y nunca no olvidemos, ya nunca nos olvidemos.

Coordenada.

coordenada

Audio.

A la Negra,

imán de mis vértigos,

fracción de mis atardeceres,

el baile & el salón..

Rasé.

Desde aquí los barcos se hacen cada vez más chicos. Ya no somos los animalitos que causaban ternura a los paseantes, ahora nos hemos convertido en león timorato, tiburón ballena.  Nos hemos  hecho tronco y luego madera de mesa del, escritorio en el que rayo mis poemas y tus investigaciones de cartógrafos suecos. Hemos crecido duros como las flores de los patios de san ángel, y ahora las abejas se postran en nuestros pechos y sembramos en la tierra los secretos para verlos crecer mañana como bosques impecables. Somos la tabla suculenta devorada por termitas, tiempo,  y promesa dubitativa de enamorados radioactivos, queremos viajar dentro del segundo, a miel por hora, como si cada caricia, cada roce, cada casi,  fuese el mar abierto arrullando a la ballenas roncas. Desde aquí los barcos se hacen cada vez más chicos. Desde este puerto eres la artesanía más preciada de mi vitrina, el canto al cual no le llego a los tonos, el acorde disonante que le da sentido a esta canción de difícil comprensión. Sin ti los molletes me saben desabridos, y las carreteras sólo sirven como vías comunicantes de un estado a otro, no como confesionarios de profunda intimidad. Sin ti, los focos de la casa no son estrellas artificiales, ni decoraciones hilarantes, son puro cableado de una navidad anacrónica que no me tocó festejar contigo corazón, que eres la perla más valiosa en la joyería de mi abuela, la página que le quiero arrancar a mi libro preferido, la primera vez que me metiste la lengua  y sentí algo tuyo cómo mío, sólo cómo mío y es que desde aquí los barcos cada vez se hacen más chicos porque hemos dejado atrás las islas en las que hicimos el amor con la ventana abierta y  guardamos las fotografías en la galería de tu memoria como secuencias cinemáticas de Chris Marker.  Ya pactamos con el pasado, ya nos cocimos las papilas, nos derretimos las pupilas, nos olimos las axilas, no conocimos de a de veras y tatuamos calaveras, ya aprendimos a perdonar a los muertos con toda la rabia y el limón que suponen cicatrizar los errores que nos rascaban las orejas. Ya nos somos lo que fuimos y nunca lo seremos, ya somos un producto enlatado con fecha de caducidad y eso nos aterra, porque nacimos tropicales y ahora nos quieren volver licuado nutritivo, pero nosotros siempre fuimos fármaco, corazón, por ti fui gusano, mariposa y ahora melancolía, por ti he dejado de ser lluvia de estrellas para convertirme en la  belleza cotidiana de una vida común, por ti la normalidad de los mortales ahora me parece un juguete nuevo. Estoy reclinado en la punta esta nave espacial mirando al mundo hacerse un lunar como el que te beso antes de llegar a tu pecho. Corazón por ti la cerveza de este festival no me sabe a meados y el dolor de mi espalda se debe al par de articulaciones aladas que me hacen parecer que soy más ángel, que hombre, más ave que perro.

Eres el absurdo de un día normal, la hora que olvidé y la que recuerdo con más ganas, eres mi par de zapatos favoritos, eres los lentes que no tengo y el piropo que necesito para subir mi autoestima, eres ron con coca cola, cigarrito payaso y el mensaje de whastapp que descarga la misma dopamina que libero cuando somos uno mismo, en la cama corazón. Eres la coherencia de los hechos, eres el enigma infalible de nuestra existencia y la pregunta y la respuesta, el ángulo obtuso de ésta esquina que elegimos para besarnos esta noche. Eres tu scroleo ansioso en instagram y yo la verborrea que tú te atreves a llamar poesía. Eres los ojos arrugados de tu lienzo que llamas rostro, tu boquita de dientes perfectos que opaca mi mordida abierta, eres tu nariz consentida, tú cabello de comercial de shampoo y tu cuerpo que es el templo perfecto que ningún turista chino jamás podrá retratar. Eres el color con que llegamos a entenderlo todo, el día D, el hongo nuclear,  eres el nerviosismo y el vacío en el centro del estómago por pensar a futuro. Eres lo noticia más relevante de mi sueño ésta noche y las que siguen. Ven a contarme otro cuento de cómo nos conocimos ayer y nunca nos volvimos a separar  más que en pesadillas, ven a contarme cuanto me quieres, cuanto me necesitas, cuanto te gusta enseñarme las cosas que yo no logro entender, ven a decirme que soy un imbécil y que no sé nada de la vida otra vez, ven a enseñarme como si tuviera una deficiencia mental,  lo que poco que conozco del amor.

Quiero volverte mi adicción, el miedo que me haga agarrarme del barandal, el sismo que me haga gritar en el último piso de este edificio que construimos con palabras,  quiero dormir cuchareándote todos los días que restan de mi vida y manejar la noche por Viaducto y perderme mil años, quiero escuchar a Beck e importunar a los vecinos y que comas pizzas mientras duermo y que me sueñes como riendo, como si las nubes se estuvieran abriendo y es que  corazón, tu elevas mi futuro con horizontes sin esquinas, suspendes los minutos como esferas navideñas y ahora soy un niño feliz dentro del cuerpo de hombre que has esculpido a la medida de tus besos,  ahora quiero chuparte toda la pulpa pedazo de cielo y hacerte llover, hacerte tronar, hacer té de manzanilla con tu saliva y no más tenerte bailando toda la noche con la epilepsia de los que se aman, con el pulso acelerado, los globos multicolor en la cabeza y con el estómago lleno de azul.

Jemingüey [Conversaciones de café] Parte IV.

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Rasé.

[Para:                                                                                                                              Cc / Cco]

[Asunto: …..                                                                                                                                  ]

Soy de los que repite las canciones hasta el hartazgo. Formo parte de esa generación que no nació para entender la aleatoriedad de las canciones en un programa de radio. No estoy acostumbrado al azar de las ruletas rusas. Perdón, pero no. Soy de la generación de los playlists, los videoclips en youtube y el rewind. De las pausa cómodas y las decisiones totalitarias en la cotidianidad.  Estoy enfermo.  Soy un pinche obsesivo repetitivo. Por eso es que me cuesta tanto trabajo desprenderme de las cosas (aunque no lo creas). Por mi melomanía mal pavimentada. Por mi confianza ciega a un internet que guarda todas mis canciones y mis fotografías y videos favoritos sin exigirme nada. Nada de carpetas. Nada de tiempo. Sólo un click, una nube, un play y ya. Y sí, te digo todo esto porque aunque no lo creas, tiene que ver con nosotros (por si te quedaba alguna duda). ¿Por qué? Pues porque, como muchas veces lo dijimos, el mundo se divide en binomios. El mundo se divide entre la gente que repite sus canciones favoritas una y otra vez; y la gente que las deja pasar y acoge sin problema alguno la melodía que sigue. Yo, como ya lo sabes, formo parte de la primera jodida mitad. La generación del puto rewind y las putas pausas. Deberías haberlo sabido desde siempre. Que gente como yo, estamos amarrados a este mal. Que gente como yo formamos parte de esta enfermedad. Y no, en verdad yo no pedí formar parte de la filas de la maldita generación que puede frenar su video favorito a la mitad, para levantarse del sillón y preparar una sopa Maruchan que lo acompañará lo que resta del clip. Me hubiera gustado no poder conocer esa posibilidad técnica. Tecnológica. Absurda. Como quieras llamarle. Me hubiera gustado tener que chutarme la canción entera ahuevo, todo él video entero ahuevo, y no tener que hacer nada más en ese momento, porque cualquier segundo perdido, cualquier imagen, cualquier guitarrazo, le restaría valor a mi experiencia. Sí, ya sé. Nos jodieron profundamente. Porque es claro que no. Porque tú y yo lo sabemos. Sabemos que la vida no es una puta canción al que le puedes poner pausa o rewind. Sabemos que la vida es esa canción entrecortada y los últimos cuarenta segundos que te tocó escuchar en el radio al azar. Y ya van diez segundos cuando apenas sintonizas bien, y ya van veinte cuando apenas reconoces si es el principio o el final de la canción y ya van treinta cuando quieres subirle el volumen y cuarenta cuando crees que todo es perfecto pero, se acabó. Ahora nos damos cuenta que esos cuarenta segundos los tienes que deleitar como un breve olor que se esfuma. No estarlos manoteando tanto. Debes desear volver a repetirlos algún día. Porque la vida se trata de esas canciones sin nombre que escuchas y que quieres saber su nombre pero que al final, nada puedes hacer para identificarlas. La vida no tiene Shazam o esas aplicaciones que rastrean melodías perdidas. La vida es eso, un desconocido con el cual cruzaste miradas y te gustaría preguntarle cómo va su vida sexual y que si de casualidad  se le ofrece una cogida, pero al final no lo haces, ni te lo coges, ni le preguntas nada, porque antes de que hagas esto, el desconocido se va, porque fuiste demasiado lento, porque no pudiste poner pausa para levantarte y prepárate unas palomitas en el microondas mientras pensabas como formular tu pregunta, porque no hay otro capítulo, ni temporada en esta serie llamada vida donde volverás toparte a semejante sujeto anónimo con el que pudiste haber hecho algo y no, no hay pausa, ni rewind, sólo el segundo macizo aplastándote.

Por eso me arrepiento. Porque debí escuchar bien nuestra canción en lugar de estar pensando en lo chingón que estaban lo acordes del principio.  Porque debí haber disfrutado la melodía y los coros de en medio. Porque debí haber sufrido y debí haberme aferrado porque sabía que nuestra canción se acababa justo después de ese tonito. Debí haber hecho algo en lugar de pensar ligeramente que ésta, ya formaba parte de mi playlist y que la podría repetir cuantas veces se me diera la gana. Y ahora la gente dice que no pasa nada. “Tranquilo, la vida sigue”. No soporto a la gente madura que se empeña en decirme que no pasa nada. Pinche gente sin apegos. Pinche gente ligera. Pinche gente sana que entierra sin luto a sus fantasmas. Me dan asco. Porque no, puta madre, una cosa es que nos hayan criado para pensar que las cosas vienen y van con tremendo levedad y azar; y otra cosa es que nos digan que no importa. Que no nos aferremos, que es mejor dejar ir. Dejar ir. ¿De dónde surgió este escombro de filosofía refrita new age? Pinches hipócritas. Todos dicen que dejes ir, pero terminan respaldando toda su información en nubes web, en hardrives y en galerías de su celular, en lugar de pensar que una foto impresa, física, se puede desgastar al grado de que un día quede irreconocible.

Y sí, ya sé, si se pierde la foto, se pierde se pierde al muerto. Lo sé, pero yo mismo he perdido gente de ésta manera. Gente sin rastro. Ni rostro. Gente que el mundo entero podría pensar que jamás existió, gente que funciona cómo si la hubiese conocido en una noche de fiesta y a la mañana siguiente se hubiese esfumado con todo y la basura de la fiesta y los vasos y los muebles sucios y las colillas de cigarro y las huellas y las marcas de algo sucedido. Abres los ojos un día y ¡plam! la casa limpia y ni una sola foto, ni un solo indicio, como si nada nunca hubiese sucedido.

El olvido también te dobla la espalda, ¿apoco no?

Y no; no la estoy pasando bien.

Llevo casi tres semanas que no salgo de este automóvil. Sólo salgo a comprar lonchibones, cervezas y para sacar más dinero del cajero. Sé que no te quedará más remedio que contarle las mismas historias que me contaste a mí, porque no tienes más vidas que ésta, ni más historias que las que ya has vívido. Porque al fin y al cabo tu color favorito siempre va a ser tu color favorito y no te quedará más que repetírselo a tu pareja actual. Ya sabes, para que te conozca un poco más, para crear un lazo de intimidad. Porque aunque deseemos todo el tiempo ser únicos en la vida del otro, siempre terminaremos siendo patéticos.

Y en verdad tienes razón,

¿Por qué deberíamos enterrar las canciones que nos recuerdan al pasado, si en realidad siempre me gustaron?

[ENVIAR]

El taxista. [CONVERSACIÓNES DE CAFÉ.] Parte III.

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Rasé.

La mujer despierta. Desubicada. No entiende que pasa. Poste, negro, pasto, luces. La mujer no sabe dónde está. Se toma la cabeza. El mareo continúa.  Percibe algo viscoso. Es sangre seca en su frente. Ahora un fluido escurridizo arriba de sus labios. Es sangre fresca en la nariz. El automóvil vibra, zumba, ruge enfermo. Intenta mover su cuerpo. Las articulaciones le duelen. Intenta cerrar su mano en forma de puño pero fracasa. El dolor rebasa el movimiento de sus dedos. Mira a su lado derecho. Nada. Vacío. El piloto no está. La ausencia en el asiento, abre un pozo su estómago. El miedo deviene en confusión. Rastrea el botón para liberarse del cinturón de seguridad. CLACK. Lo logra. Intenta levantarse pero sus pies están atorados por la lámina aplastada del automóvil. Gira su cabeza para buscar ayuda. Un campo obscuro, nada. Acerca su cabeza a la ventana. Busca la palanca para bajarla. La encuentra. La palanca. Pero nota que la ventana está quebrada. Es inútil intentar bajarla. Puja. La mujer puja con dolor. Quiere llorar, pero no puede. Incluso fabricar unas cuantas lágrimas para liberar un poco de angustia le produce malestar. Desde la moreteada profundidad de sus pulmones, logra germinar un grito. La mujer grita el nombre del conductor. Comienza a golpearse contra la puerta. El seguro se bota. La mujer apaga el radio. Todo este tiempo estuvo sonando una canción de reggaetón. Una puta canción de reggaetón ¿lo puedes creer?- dice el Flaco como si esto le sorprendiera.- y es ahí, cuando logra abrir la puerta del vehículo, que lo encuentra.

– Qué encuentra ¿El cuerpo?- pregunta la pelirroja.

-Sí, el cuerpo.- confirma el flaco.

Y que más.

Pues nada, ahí termina la historia del Flaco.  Después de eso, ambos permanecen en silencio. Decido mirarlos por el espejo retrovisor. Aún no logro descifrar si aquella pelirroja es novia del Flaco o no.

-Es muy fuerte.- dice la pelirroja.-Todavía ni siquiera yo lo puedo entender.

¿Que no puede entender?

Pues lo del cuerpo, supongo.

-¿Y la mujer?- interroga la pelirroja.

-La mujer al salir del coche percibe que todo el campo esta mojado y lo encuentra ahí, tirado, todavía convulsionándose un poco. El piloto sólo quería abrir la puerta del copiloto, para saber si algo le había sucedido a la mujer con el choque. Pero al rodear el coche, el tipo pisó uno de los charcos que estaban haciendo corto circuito con  los cables caídos y ¡BAM!, simplemente sucedió.

Que duro.

Sí, lo sé. Terrible suerte la del muchacho. Pero lo que me impactó más aún era la frialdad con la que el Flaco contaba la historia a la Pelirroja. No existía rastro de una mínima calidez en sus palabras. El flaco, parecía que gustaba repetir la palabra electrocución. Es más, podría casi dar por hecho que el Flaco quería hacer llorar a la Pelirroja a como diera lugar.

¿Y la pelirroja?

La pelirroja no parecía saber nada sobre la historia del Flaco.

-¿Era muy cercano a ti?- le pregunta la Pelirroja al Flaco.

– Era, casi como un hermano.- responde.

La Pelirroja se acerca le da un beso de consolación.

Hijo de puta.

Hijo de puta, concuerdo. El esperpento sólo estaba utilizando una historia trágica para acostarse con la Pelirroja. No podría estar más seguro de eso.

Increíble.

¿Y estás seguro?

¿De qué?

Pues del Flaco.

¿Estás seguro de que es él?

¿Él?

No Él.

Sino Él, ese que está en la mesa de lado

de la pareja que está discutiendo.

Sí, ese mismo. No podría estar más seguro.

Incluso podría decir que utiliza la misma mirada

con la que le narraba la historia del tipo electrocutado

a la Pelirroja. ¡Mira nada más la forma en la que la observa!

Estas loco.

 El tipo ni siquiera está hablando.

Míralo, esta callado ahí, jorobado y tímido.

No lo entiendes. No es Él en sí. Es lo que piensa. Lo que dice.

Voy a pedir otro café, ¿gustas?

Sí.

Por cierto,

¿Sabes si el Flaco logró concretar con la pelirroja?