Poesía: Tres lamentos efecto de una negativa (Pt.2)

El mundo se debe andar quedando ciego.

Escrito por:  Rasé.

Pintura: Wilfredo Lam

Autoretrato Wilfredo Lam

El mundo se debe andar quedando ciego,

mi buen amigo.

Faltan detectives serios para resolver

de lo qué se trata este misterio:

Las lunas llenas,  se menguan sin que los corazones tengan que latir,

-Bam bam- Las tamboras solo suenan para marchar,

para ver a los soldados partir

a las madres parir,

al par de amantes sufrir;

Las tazas de café nos mantienen con  insomnio de ojo cereza,

de pensamiento embarrado,

de mujer que se fue

porque

le ha llamado el novio ahogado:

hinchado, mi buen amigo, embriagado de tristeza,

Y nadie dice nada cuando lo ven enterrar la esperanza en el cementerio de promesas,

Y nadie dice nada cuando lo ven arrastrando las ilusiones huérfanas por la azotea.

 

El mundo se debe andar quedando ciego. Yo lo sé.

Y tú seguirás siendo mi buen amigo,

A pesar de que mis palabras se traduzcan

en anagramas negativos a tu consciencia;

Y  a pesar de que no entiendas el matrimonio de las palabras: roma &  amor,

O que el palíndromo significado de mi beso,

Se lea de atrás pá delante solo como: Dolor.

 

Mi buen amigo,

aunque las cosas nunca vuelvan a ser igual,

aunque los motivos  se nos borren del recuerdo,

te prometo, que no habrá manera alguna

de que el mundo se pueda quedar tan ciego,

tan indiferente a la luciérnaga del: “Te amo”

(-bzzz bzzz- yo también.)

Junto a la almohada

respirando duro, con el vientre tenso,

rezando la antítesis, pregonando el abracadabra en el cráter meridional,

riéndose a solas de quien quiere limosnear complicidad

en este desierto, laberinto de soledad.

 

El mundo se debe estar quedando, ciego, ciego,

Así que no más merthiolate para mis ojitos que te extrañan morados,

no más  llamadas, ni mensajes en botellas lanzadas

como cobardes, mezquinos, (sabe donde andan )náufragos.

El mundo se debe andar quedando ciego.

Si.

Así que basta de mascaras que esto no es Venecia,

Ni una obra de Fitzgerald.

El mundo se debe andar quedando semi- bizco,

Mutilado cual Edipo, escalofriante como un sismo;

Pero nosotros todavía usaremos lupas,

Para leernos de noche, todas las historias,

Leyendas, mitos, cantos de gloria,

Todos,

debajo del parpado que se olvida de la razón:

El epílogo de nuestras horas que se va desmoronando en la vida como un fantasma,

que se pierde, se esfuma,

se vuelve ausente y nunca se pasma

y que nunca nos traiciona mientras ciegos miremos el fondo las cuevas nuestras,

el propio reloj atómico, a punto de estallar en forma de hongo,

sembrando una semilla en cada una de las pecas

de la madre negra,

todas amarillas, todas bellas, todas eternas,

las danzantes inmóviles,

las estrellas;

Vamos a robárnolas todas,

a recortar pedazos de cielo,

a cazar ángeles y cupidos

sin importar las consecuencias.

 

Poesía: Tres lamentos efecto de una negativa (Pt.1)

Ojala todo fuera como el cabello que crece.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Oskar Kokoschka

Kokoshcksa

Dis moi ce que tu penses

De ma Vie

De mon Adolescence.

 

Dis moi ce que tu penses

J’aime aussi

L’Amour et la Violence

Ojala todo fuera como el cabello. Que crece.

Que no lloviera solo porque  están tristes los algodones dulces.

Que las lágrimas fueran tormentas. Grandes tifones.

Que estas regaran las semillas plantadas en nuestros pechos. Corazones

Ojala que todo fuera como el cabello. Que crece.

Que todos pudiéramos ser Hércules un lunes

O un martes

O toda la semana

Y pudiéramos cortar las cabezas de Hidra,

rebanarlas una a una,  como trozos de pastel

Y  regresarán, ellas,  como  velitas de cumpleaños

Que por  más que les soplen no se apagan. Porque aman.

Aman en la extinción de la flama.

Se aferran,

Con los pies con peso de cadenas,

se niegan a caminar pa´ delante,

porque saben que  no todo es  como el cabello.  Que crece.

Que hay cosas que el alma, por más que quiera uno,

Nunca, nunca, reverdecen. O Ascienden,

Como cohetes y como miradas que hablan entre líneas,

Y se dicen la verdad de noche frente la almohadada,

Y el tiempo las marca:

X, Y

Ecuaciones malditas, divinas,

Víctimas de las coordenadas,

De la graficas del destino.

Diferentes pulsos. Diferentes beats los corazones.

Todos huyendo del toro con manecillas,

Tratando de no errar el siguiente paso.  Acaso,

¿Cómo sería, si todo fuera como el cabello que crece?

El fracaso se esfumaría y la oportunidad nos escondería:

Que la vida es más compleja de lo que parece

No podemos volar tan alto,

No poder excavar tan hondo,

Las moiras se ríen como hienas payasas,

Nosotros morimos por el perdón.

Poesía. IX (Colección: Historias de los Mano Negra)

Fecunda amor.

 Con cariño a J. Pablo Casas & a los anónimos Mano Negra de la ciudad.

Escrito por: Rasé

Pintura: Richard Phillips

richard phillips

Vamos a incrementar las pulsaciones (Todas). Aquí y ahora.

Vamos a internarnos donde los dementes están encarcelados.

(Y nunca salvarnos.)

Locos.

Solos.

Sucios.

Embarrados.

(Mano negra: detestados, exiliados.)

Vamos a perdonarnos, sin necesidad de crucificarnos.

Vamos jugar con las palabras,

a no saber nada, por un solo segundo, a ignorarlo todo,

como niños (recuerda a los niños), como simios;

Vamos todos, como recién nacidos,

a chuparnos el dedo gordo,

a mamar los senos de nuestras madres,

a cagar en calzones y pañales

y a extender nuestras vidas como sabanas por todo el mundo, cubriéndolo (que tiene frío), siendo nosotros uno solo cuerpo con este, un solo cuerpo acucharado (celeste), de mujer bella, de muslos gigantes y nubes de carne y olvidarlo todo. Todo ahí.

Ahí. Ahí.

¡Ay!

Vamos a ser la espuma de los días

y a entregarnos siempre como las olas del mar,

a otorgarnos, a ofrecernos, a saber, aprender amar.

Vamos a fumar dos cigarros: Uno por dios y uno por el diablo.

Vamos a entender el balance de lo negro y blanco.

Vamos a mirar puertas donde había paredes,

A volver a  vivir lo que lo sucedió en 1979.

A ver las verdades (sarcásticas) de nuestra propias estupideces.

A morir acuchillados por las abuelas que se quedaban sordas cada vez que escuchaban nuestra sarta de sandeces.

Vamos a fecundar amor en los arrabales,

Amarnos mugrientos, sin derechos, ni propiedades,

A consagrar la juventud con una bandera de anarquía

en todos los rincones de las ciudades.

Vamos a ofrendar todos nuestros pulmones agujerados,

con tabaco, marihuana y nicotina impregnados.

A poner con una vela nuestras coronas de rosas marchitadas,

a dar los centavos, las chelas, las chanclas

y si se puede hasta las nalgas. (Ja- Ja)

Vamos a regresar al origen, a la semilla

y a los tiempos de las algas.

¡Bendita Amnesia!

¡La vida es un juego!

¡El juego del amor!

¡Benita amnesia!

El tiempo esta lleno de cicatrices,

y recordar es un clavo en la memoria,

una espina llena de dolor.

¡Fecunda amor!

¡Hermano! ¡Hermana! ¡Pluma verde de quetzal!

¡Fecunda amor!

Para volver a escribir en nuestras cabezas blancas

todas las historias que nunca nos contaron.

Para intentar ya no desear el deseo,

Para no ser siervo y tirano.

Para ser solo hermanos.

¡Fecunda amor!

Y vamos a bailar juntos y perdernos, entre figuras geométricas y cumbias eléctricas, entre soles y lunas y noches de lluvias.

Vamos a embriagarnos con Baco, con sus agrias uvas.

Vamos a ser espejo y dualidad.

Tu laberinto y Yo Minotauro.

Tu corazón neptuno y yo planeta condensado.

Vamos leernos si se puede en más de quinientos ochenta tomos,

A mirarnos desde arriba de la pirámide, como hormigas diminutas, como estrellas (lunetas) extraviadas en el cosmos.

¡Fecunda amor!

Y vamos a incrementar las pulsaciones (Todas)

A mirarlo todo desde la ventana,

A estar en medio de la ciudad abrazándonos a solas.

Vámonos todos a romper el cielo como cometas,

a deletréanos los cuerpos de la A hasta la Z,

y a crear de nuestra estela una realización erótica,

para alcanzar al ser en lo más íntimo,

ahí donde falla el corazón;

para dividir el mundo en dos tipos de personas:

En los que creen en  magia y los que creen en el amor.

¡Por favor hermano! ¡Hermana!

Ama. Ama. Ama.

Y

Fecunda tu amor con una devoción sagrada.

 

Somos los eternos hijos bastados de la luna.

Los mineros del verso en esta ciudad de diamantes.

Los vagabundos sin ruta. Los poetas errantes.

¡OH libertad eterna!

¡Todo te debo!

¡OH libertad eterna!

Somos los Mano Negra.

Cuentos. IV (Colección: Cosas que suceden..)

Réquiem a David y Laura.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Terry Rodgers.

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Eran seis, los que sabían la verdad, entre David y Laura. La otra pandilla de ángeles, se encontraban en la habitación central mirando con determinación pérdida hacia aquel techo percudido y húmedo que se perdía cada vez más entre las luces de neón y el humo del Kadishh. Todos los cuerpos de los ángeles oscilaban de una lado a otro como un péndulo que va de un lado a otro, en cámara lenta, izquierda, derecha, frente, detrás, los cuerpos de los ángeles, con sus rostros totalmente pasmados, unos con los ojos desechos, pupila roja y rimel corrido, mojados por el alcohol y hundidos en una inmensa ola de ambigüedad mental. Las alas, con su plumaje blanco, era blanco, fue blanco, ahora parecía un remedo de alas, de paloma, sucias, mugrientas, descuidadas; eran las fiestas rave, las que habían quedado impregnadas, las pastillas, los sueños rotos, la esperanza de que un Dios se les acercará, en cada una de sus plumas, sus pieles blancas, sus tersos cabellos, que fueron tersos y ahora eran un casi un peluquín seboso.  David y Laura se encontraban en la parte de afuera del castillo. En los jardines. Ahí el paisaje, era mucho menos apocalíptico. Aunque no sabían si lo era en verdad o eso les parecía, porque ambos estaban que se mordían las uñas por tanto deseo. ¡Hay el deseo!, el acariciaba sus alas y ella solo se retorcía entre el césped azul. Ella agitaba los cuernos y la cola filosa de este. El alcanzaba hacer un quejido de júbilo. Lo hacía sin decir una palabra que se entendiera o que ella pudiera entender al menos. Cada vez que el apretaba sus piernas, ella vomitaba flores, podían ser malvas, bugambilias y si eran girasoles, era porque el fuego los consumía con dolor. Decían que el mundo se iba acabar, después de la bomba.

 -¿Que bomba?

-La bomba.

 El fin del mundo no era la bomba. Sino la falta de adaptación, de entendimiento. De unos con otros. Todos eran extranjeros de una realidad coherente. No recordaban nada, por lo tanto no sabían que eran, que querían, que hacían. Era el tiempo de la nube de Kaddish. De la amnesia temporal.  De los ojos mirando la nada o la nada ya intrínseca en las pupilas de todos.

 -¿Porque yo no tengo estos?

-No lo sé.

-Dame de esas.

-¿Las rojas?

-¡Si! ¡Si!

 -¡Ah!

-¡Más!

David y Laura. David y Laura. David y Laura. David y Laura. Cuatro veces los dos juntos. En las diferentes recamaras secretas de la casa que daban al lago. Dos de ellas, totalmente embriagados, perdidos en otro lugar menos sus cuerpos, desnudos, ella olvidada de ser una ángel y el olvidado de ser un fauno, una cabra, una cosa, cosa con cuernos y pezuñas. Eran seis, lo que sabían la verdad, entre David y Laura.    Solo seis. Tres de ellos les importaba un bledo. Otros dos, se encontraban en algún baño del castillo, también vomitando girasoles, pero con agujas, con líquidos,  venenos, y también con roces. Y uno, ese uno se llamaba, así, como se llama el dolor celososo, la locura irracional del sentimiento.

-¿Que bomba?

– ¡La bomba! ¡La bomba!

Todos los ángeles oscilaban. Las nubes, las luces, los decibeles, todo incrementaba, los vasos vibraban. En varias recamaras cada vez más girasoles y bugambilias y malvas también. Cada vez más de todo y menos de ellos. David y Laura recostados en el jardín, de espaldas al césped y mirando las tres lunas.

 -¿Donde?

-Esa que esta ahí. A lado de la que parece elefante.

– No la veo.

– ¡Esa!

-No la veo.

– Hazte más para acá.

– ¡Ah! La que parece cisne.

-No parece cisne, parece elefante.

– ¡No! ¡No!

 David y Laura, comiendo sueños, besándose. Detrás de los arbustos: La noche. No hacía frío. Hacia bastante “abrazo”, bastante “brazos que encierran”, que aprietan, que aprietan rico.

 -Creo que te amo.

-¿Que es eso?

– Es cuando sientes lo que sientes, cuando te tocó las alas, pero sin tocarlas.

– Pero tú no tienes alas.

– Creo que me están saliendo.

Laura sola. Retando a todo. Comiendo Sueños. David solo. Creyendo en algo, algo  parecido a un conejito blanco, tierno, frágil, apunto de deshacerse en su palma. El tiempo, detrás de los arbustos, vestido de negro, espiando entre ramas. Frotándose las manos, saboreando el banquete próximo. El tiempo, vestido de noche, detrás de las ramas y arbustos, detrás, siempre detrás.

 -Deberíamos de regresar.

-Deberíamos.

 Todos los ángeles adentro del castillo. De rodillas, implorando el regreso a sus cuerpos. Sus alas tiradas en el suelo, en el piso  de mármol. Ellos, en forma de vela, de cera derretida, en forma de convalecientes ángeles, que han sido fusilados, por luces de neón, pastillas, Kaddish, nubes, nubes, nubes, luces, beats escandalosos, betas láser, beats, luces, nubes, cáliz aguardientoso, ángeles de rimel corridos hasta sus pechos, pidiendo perdón, casi en sus inconciencia. Inocencia. Almas olvidadas. Dame la mano. No, no puedo. Abre las puertas del cielo, se están muriendo. Es una lástima, no puedo. Ángeles oscilando. Alas sucias. Luces. Desastre, vasos rojos, con girasoles vacíos. Es castillo siendo casi el fin. La nada.

 -La bomba.

-¿Cual bomba?

 Detrás de los arbustos el tiempo, vestido de gala,  de noche, de obscuridad. Colocando un reloj, un cronómetro, una bomba. En los bolsillos, en las prendas de David y de Laura. Ellos, sin saberlo. Colocándose sus ropas. El, uno, envidioso, celoso sentimental, ahí, detrás del tiempo. Esperando, paciente, detrás de los arbustos, de las ramas, del tiempo vestido de gala, de noche, el, uno, uno sobrante, el egoísta, el culpable metafísico. Esperando. Esperando. Esperando. En silencio Esperando el diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos…

 -Te amo.

– Date prisa, que estamos soñando.

Poesía. VIII (Colección: Poemas sueltos…)

Gotera.  (Las flechas de Cupido son causa médica de hemorragia.)

Escrito por: Rasé.

Arte Visual: Mike Mills

Imagen

A las…

luna cabizbaja,

se nos mete el duende,

ese que se nos escurre y hierve

y entonces empezamos a plantarnos flores

en el la punta de los labios, acariciando,

embriagando nuestros olores.

Sacamos al pajarito azul, lo crucificamos

lo guardamos en el baño,

en el buró de cemento, en el sepulcro

detrás de tu reservado ornamento

y luego viene, como un dragón que muere,

tu lamento,

pero no sufres aunque te arrastras,

te estas muriendo conmigo y te salen alas,

pero no eres ángel;

Pecado, talvez pecado,

ansiado desde las tres de la tarde,

Sensible y amable, lo beso,

Pero no te amo, ni tú a mí,

es una maldita broma, un fuego impactado

que me tira el suelo y entinta el encuentro enamorado

en un mar carmesí, desprovisto, ahogado.

 

A las…

Luna como bola,

saltamos ahí,

donde la duda sabe a arroz con leche,

donde la promesa es cereza y jugo de uvas,

donde si yo te miro a los ojos, el mundo se compadece

y nos saboreamos, nos empalagamos y luego nos vomitamos.

Nuestras entrañas melódicas, románticas, antagónicas,

son huéspedes de un fantasma con forma de carretera espiral

y así damos giros prologados en las líneas del tiempo

rozándonos tiernamente provocándonos un herida colateral.

Yo no entiendo porque me haces esto,

tengo miedo de quererte tanto hermana, que me cobres impuesto

o que mi sangre sea  tu sangre y que cometamos incesto.

 

A las sol se asoma,

viene nuestro réquiem que no es novedad,

una premonición cantada desde la puerta,

un hada putrefacta, un liebre cazada y descontenta.

Vienen las preguntas como canto fúnebre

y entonces me dices que no,

que talvez más tarde

y te insisto,

te digo que en mi pecho esto esta que arde

y entonces, otra vez

me dices que no, te niegas,

me juras que seguramente,

lo lograremos más tarde,

que mejor mañana nos amamos,

que hoy mejor nos deseamos.

Y entonces me enervo,

te digo que mañana no existe si nunca empezamos,

Que no desperdicies esta semilla

que se nos clavó a ambos,

pero es inútil, porque entre beso y beso,

parece que todo este amor sin empeñarnos,

poco a poco, lo desperdiciamos.

 

Poesía. VII (Colección: Rigor Mortis Fernando.)

Réquiem Corazón.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Renne Magritte

Les amants MAGRITTE

A ratos, entre suspiros breves,

apartados anhelos del alma que sueñan con ser realidad,

me tiento a la melancolía del recuerdo, del tuyo,

de la tuya,

tu mirada dentro de mis ojos, en la que miras al mundo, que cambia incesante, indiferente y que se aparta  menguante,

exasperado por mi vana devoción al corazón.

A ratos, me da por encontrarme con la nostalgia,

y comienzo vendimiar con el souvenir de la memoria,

donde, creando eufemismos  para no herirme más, te sustituyo

con  borrosas siluetas, campos semánticos y una que otra antonomasia,

que me evocan sin tanta desfachatez, a la parsimonia nuestra,

ahora pretérita e irreconocible.

A ratos, simbiontes se tornan mis palabras, gimen con desesperanza,

imploran en silencio por un reencuentro congénito, sencillo, humilde y fluido,

oran por crear un puente que las avecine un poco más con las tuyas,

con tus sonrisas, tus desganas, tus descaros, tus zapatos,

tus manos cálidas e inocentes que se dan a entender con caricias,

con tu labios al pronunciar ¿como has estado?

y con mí mirada girasol,

que te contempla paciente como el mar,

desde la generosa, virginal auora del este, hasta el caer cansado de los párpados míos,

al oeste de mi almohada, donde lo sueños juegan a ser honestos e ilusionan al amor.

A ratos, el tiempo y más tiempo, ratos los minutos y los silencios.

A ratos la horas en su longeva lontananza, en su inmensidad de enigmas indescifrables.

A ratos tu y yo

y en el peor de los casos,

solo yo,

rodeado con dudas insípidas de futuro, frías e irracionales, progresivamente circulares, que desembocan una y otra vez en un todavía te quiero.

A ratos, el cariño callado, bien guardado, sobreprotegido, cauto, cuidado con delicadeza, para que no se duela con promesas de enamorados, candidatos paradigmáticos del dolor.

A ratos lo subjetivo de mi perseverancia cuando me siento a esperar, señales de vida, gestos de  empatía o alguna señal fugaz de tu rostro, que brote un indicio de armonía bilateral, en sincronía con el verso de despedida.

A ratos el Ciclo de Saros midiendo mi pena, que ya no es mucha,

Pero que todavía resuena, en el eco de mi andar pálido.

A ratos todo, excepto la entropía eterna, ambigua y cósmicamente imperfecta de la palabra amor.

Cuentos. III (Colección: Cosas que suceden…)

Sérendipité

Escrito por: Rasé

Pintura: Edward Hopper.

Hopper Waiting for hopper

Jamás me intereso contar la historia de como Aurora miró al cielo por vez primera, ni de cómo sus dientes perfectamente ordenados reflejaron la felicidad que guardaba misteriosa y tan lejana de mi, tan pero tan distante que por momentos me hacía sentir que la había conocido en otra vida cuando ambos fuimos gatos o elefantes ( yo que sé)  pero sin duda alguna, en otra vida pero no en esta. A menudo le preguntaba a Álvaro sobre las teorías  de los movimientos brownoideos en el amor y de las posibilidades infinitas de que mi relación con Aurora se pudiera entrelazar con estas, tal y como lo hacía la de Oliveira con La Maga en París. El azar de converger con su figura una vez más, tropezaba con esa muralla de mar que se paseaba frente a mis ojos y que más tarde se transmutada en figura de peatones, ahogando la esperanza y rara vez insistiéndose de forma necia y en voz baja, como queriendo que nadie se enterase de que la podría volver a ver una vez más en aquella cafetería de la calle Sérendipité. Pero ella ya no cruzaba más por ahí, ni si quiera se había dado la posibilidad de sentirse acompañada aquel catorce de febrero posterior a su ruptura con ese tipo pedante al que todos llamaban “El Casé”. Dicen que el hombre es producto de las circunstancias que lo moldeanpero si fuera correcto este razonamiento, supongo que Aurora habría entendido en mi silencio, aquella tarde en la que ella decidió terminar conmigo, que mi omisión no era más que una protesta impotente por quererle demostrar que aún tenía guardado amor para ella y que no me parecía suficiente el tiempo de vida que ella le estaba dando al deseo de mi corazón.

Me voy– me dijo- ¿te encuentras bien?- y me miró como sintiendo piedad de la famélica silueta que desprendía mi ser. Me quede callado y la miré. Ella se levantó de la silla de madera de pino, de la que alguna vez comentamos en aquel mismo café, lo horrible que era, la forma asimétrica de su respaldo, la falta de proporción en sus cuatro patas y la manera en la que rechinaba cuando te balanceabas con el peso del cuerpo. Si, era esa misma silla la que ahora ella dejaba vacía frente a mi y se vengaba de tantas críticas burlonas que le había hecho tiempo antes. – ¿Eso es todo? ¿No hay más?– respondí con apariencia serena, pero con un infierno en el pecho. Ella se acercó y me besó en la frente. No sé si era la voz de Jaques Brel que se escuchaba en el fondo de la cafetería, producto de su reproducción en el tocadiscos de lugar, o era mi mente que, mientras yo miraba sus labios acercarse a mi frente, entonaba con un volumen progresivamente in crescendo  el Ne me quitte pas que desgarraba la poca llama de felicidad que me provocaba estar con ella. Miré el salero que se encontraba en la mesa y por alguna extraña razón que aún no descifro, recordé a mi hermana, recordé como me dijo en casa de los abuelos una frase que jamás me había servido hasta aquella tarde en la que me abandonó Aurora. –“Las personas no te lastiman, ni te hacen daño, eres tú el que solo te hieres pensando en que ellas harán algo por ti.”- Y es que siempre consideré melodramática y no voy a negar que la califiqué como absurda aquella lección que intentó darme. Pero esta vez lo entendía, mi hermana tenía razón, ¿Como podía yo esperar una señal bilateral por parte de Aurora? Después de todo, los sentimientos son como las nubes, van y vienen y un buen día despiertas y estos se han despejado y han dejado un cielo azul, vació, sin nada más que decir o de lo contrario diciéndote  –Me voy, ya no me encuentro enamorada.- acribillando la poca humanidad del enamorado en turno y esperando una comprensión que no vendrá. Al principió lloré, disequé la mayoría de palabras que podía haberle dedicado los meses siguientes, Álvaro me soportó por un tiempo, hasta que mi dolor se volvió insoportable. Pensaba que no me dolía el hecho de que Aurora se marchara, sino de que existiera la posibilidad de que su amor por mi se acabará y ella volviera a querer como lo había hecho antes conmigo. Me aterraba pensar en ello. La peor venganza que se les puede hacer a los enamorados es el olvido y que es el amor sino el olvido constante, el error reiterado seguido de la inmaculada pureza del espíritu. El amor no podría entenderse sin ese círculo y yo no podría entender Aurora sin su ausencia necesaria, que en mi luto hacia una pregunta constante ¿Dónde estamos ahora? Pasado, presente, el salero y la silla de madera de pino, los movimientos brownoideos, los errores los aciertos, el azar y la efeméride del beso en mi frente, eran y son las circunstancias que tal vez que me hacen regresar a las afueras, mirando adentro de la vitrina de la cafetería, en la calle Sérendipité, con la ridícula esperanza de volver a repetir el pasado, de volver a ella y esperando que no decidiera alejarse esta vez de mi vida. –Es lo mejor para los dos.- Me susurró, recuerdo, con su dulce voz queriendo amortiguar la fuerza de sus palabras y yo sabía que se equivocaba. Sabía que era lo mejor para ella y claro que sí, sabía también que era una decisión egoísta. ¿Entonces que es lo que hacía otra vez ahí? ¿Porque carajos me encontraba otra vez mirando a través de la vitrina de la cafetería? ¿Qué esperaba? La libertad era mía, podía quedarme o tomar la decisión de irme y no dar segundas a oportunidades a mi mente. Imaginaba el peor de los escenarios venir, ella acercándose a mi, con su misma piel arena, sus mismos lunares, los ojos como ángeles, su cabello terso, la imaginaba acercándose dubitativa y susurrando una vez más a mi oído: – ¿Ya te encuentras mejor? Podemos ser amigos ahora ¿No te parece?-. ¡Dios! imaginaba eso y me derramaba una y otra vez y caminaba en círculos fuera de la cafetería y la gente me miraba. “Esta loco ese hombre” (seguramente pensaban) y me daba lo mismo (sus voces) mi dilema dentro de mi cabeza, era un tribunal que condenaba mis actos. Y es que me daban ganas de verla una vez más y decirle antes de que ella pudiera decir una sola palabra, antes de que pudiera sentarse en la silla de pino y me pudiera mirar con ojos de compasión, me daban ganas de gritarle-¡No sabes lo afortunada que eres!-. El reloj marcó las cuatro de la tarde, la cita estaba apunto de comenzar, había acorado de verla tres meses en el mismo lugar de la ruptura. Mi corazón se sentía una poco más fuerte, convaleciente se podría decir. Esperaba, la manecilla avanzaba, deseosos sueños, los reprimía para no crear ilusiones que hieren cuando no se cumplen. Moría por verla otra vez, tal vez después de todo este tiempo de no vernos por fin me extrañaría. Cuatro y media, tomé asiento en una de las bancas frente la cafetería, donde todavía a lo lejos podía mirar el fondo de la vitrina. Pensé por un momento en que no llegaría, pensé en lo boba que era mi insistente esperanza y en lo estúpido que me veía esperándola, ahí afuera, entre el los peatones. –¿Acaso eso era lo que ella quería? ¿Volver a humillarme?- Pensé. Pero cinco minutos pasaron y el panorama cambio. Un automóvil aparcó justo en frente de la calle Sérendipité, ahí en la cafetería, era un taxi y la miré como en cámara lenta, como lo hacen las películas cuando algo importante marca la trama y la vi bajar, tirando su cabello terso de lado, acomodando su suéter para verse bien. Yo lo podía mirar a lo lejos, al otro lado de la calle y ella todavía no me había visto. Es importante mirar sin que te miren a veces. Pensé otra vez en gritarle desde el otro lado de la calle:-¡No sabes lo afortunada que eres! ¡Nadie te amará tanto como yo lo hago!- pero por fortuna no lo hice. Unos instantes después de mirarla bajar del taxi, noté que un hombre bajó con ella y justo al momento en el que estaba decidido a gritar, la realidad, la ramera vida me soltó una bofetada necesaria para destruir los castillos de la ilusión. Aurora besó al hombre y se introdujo en la cafetería. Ella no me logró mirar pero yo si la miré, que fortuna más desdichada, que golpe de suerte más triste. Me escondí en el callejón más próximo y reclamé en mi cabeza como si ella me pudiese escuchar:-¿Acaso aquel tipo te conoce como yo? ¿Acaso te hace reír como yo? ¿Acaso sabe que no te gusta hablar de tu papá? O ¿Nota cuando te encuentras al borde del llanto? ¿Acaso tiene idea de que odias tus lunares? ¿Del beso en la mejilla? ¿De tus rodillas cuando estas nerviosa? ¿Acaso sabe donde empiezan tus labios a temblar cuando pronuncias las palabras “te quiero”?-.

Cerré los ojos y dejé caer una lágrima. Enderecé mi cuerpo y lo comprendí, Sérendipité no significa un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. Sino una revelación que te otorga a la vida. una oportunidad de redención que sirve para sanar el espíritu. Regresé a la calle, con los ojos tallados y me introduje en la cafetería. Ahí estaba ella junto a el. Me acerqué y antes de que ambos pudieran decir algo, exclamé:

-No tienes idea de lo afortunada que eres.-

Aún hasta el día de hoy, no creo que tenga idea.