Cuentos. VI (Colección: El amor no tiene cara de mariposa.)

El mismo lugar de siempre.

Aviso: Léase detenidamente para que así se pueda entender el verdadero final & no el cliché básico.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Lucian Freud.

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Era como si la lluvia fueran mis lágrimas y los árboles mis piernas húmedas que contra la tierra mojada se despegaban lentamente, cayendo hacia un vacío arrastrado por una catarata pesada, creada por la misma corriente de agua que se escurría por la montaña. El ancho tronco del árbol se derribaba tronando como un relámpago terrenal, con un sonido estridente que nunca antes había escuchado en mi vida y que en medio de la noche, sonaba como si a un gigante se le estuvieran rompiendo los huesos. No, las cosas no estaban bien, pero me negaba a pensar que se trataba solo de un malentendido mío. Y aunque la situación me exigía caminar, mis pies se clavaban cada vez más en el lodo, como negándose a dar un paso más. Cada paso una parvada de verdades con alas y picos filosos, chocando unos contra otros. La verdad, MI verdad, como un pájaro relámpago de Miró (más criminal que un espíritu santo)  que se estrellaba contra mi rostro en un juego de infinitos contrarios, un juego en el que yo no sabía ni siquiera que debía hacer, si es que un hombre “-debe de…-” hacer algo. Y es que, yo tenía que seguir ¿sabes a lo que me refiero? Solo seguir, aunque no supiera hacia donde me dirigía. Tenía que caminar y caminar y caminar hasta llegar al lugar donde se encuentra el amnésico cáliz del olvido, donde porfin podría curarme de tanto recuerdo que, aunque ya no me lastimaba, me hacía nostalgiar de vez en cuando. Tengo que aceptar que nunca sentí dolor. Dolor de verdad ¿sabes a lo que me refiero? Dolor de traición. Dolor de decepción. Dolor de engaño, mentira, rabia, llanto de puñal en el corazón. Nunca lo sentí. Talvez en cierta parte eso era lo que me detenía a caminar. Me preguntaba ¿Porque tenía que morir sediento en el desierto, cuando sabía que existía un lugar donde los pozos estarían llenos para siempre? No, no, no… pero tienes razón… existen tiempos. Tiempos para todo. Tiempos para saludar, despedir, besar, amar (si es que aprendemos a hacerlo) y el solo hecho de pensar en que las cosas tienen puntos suspensivos infinitos, nos deja amarrados a un presente necio. En mi caso, el pasado, era aquel tronco de árbol que moría lentamente en caída libre. Y aún así, seguía obstinado en quedarme, como si supiera que ese árbol no caería si yo realmente deseaba lo contrario.- ¿Y luego?- preguntó el psiconoalista. ¿Y luego? Luego nada. ¿Por qué tenía que pasar algo más? El ancho sauce caía con sus melancólicas ramas lloronas, acompañado de sus congéneres, las gotas de lluvia. –Y usted ¿Donde se encontraba usted en ese momento?- volvió a preguntar el psicoanalista. ¿Yo? Pero si la historia no se trata de mí, sino de aquel sauce. Creo Que no me esta entendiendo del todo Doc. El sauce se derribaba y yo en cierta parte también me iba con él. Derrotado por la tormenta. Derrotado por….  – ¿Así que, usted también caía?- Interrumpió el psicoanalista. Pues, todo depende del punto de vista  del que usted quiera entenderlo. Yo caía porque en sí, sabía que aquel sauce me pertenecía. El tronco de alguna manera extraña formaba parte de mí, aunque no estaba directamente enlazado o relacionado con alguna parte de mi cuerpo, ni con alguna historia pasada. Simplemente se trataba de una empatía anónima. Una familiaridad indescriptible que sentía hacía el. Dicen que el dolor de la humanidad es un dolor nuestro ¿Ha escuchado esa frase alguna vez? Debería de poner más atención a lo viejos que se encuentran aquí en la esquina Foch. Por lo general derrochan ese tipo de sabiduría breve, si uno termina rindiéndose a darles unas cuantas monedas. -¿El dolor de la humanidad es un dolor nuestro?- preguntó pensativo, interrumpiendo una vez más el psicoanalista– ¡Vaya! Me parece que hay que ser un poco más egoístas, para no tener que andar sufriendo los dolores del mundo.- ¡Doc! ¡Doc! ¡Ese no es el punto! El punto es que,  esa es toda la historia, no hay nada más. El sauce cayó y yo al verlo derrotarse por la marea, pensé que podía caer al igual que ese enorme gigante, directo hacia la inmensa vereda que daba hacia la nada. – Tal vez se trata de angustia.- propuso el psicoanalista, tomando nota en una liberta pequeñísima, que recordaba a aquellos psicólogos freudianos de los cincuentas. – No, no es angustia, realmente me siento bien. De hecho, nunca me había sentido mejor en los últimos seis meses. No he pensado en…bueno, no he pensado ¿sabe? El otro día, imaginaba cosas terribles acerca de las cosas que me podían pasar con el simple hecho de salir de mi casa. Ya sabe, cosas como morir atropellado o ser vigilado desde algún coche, por enemigos del pasado que buscan sedienta venganza por algo que incluso ni siquiera recuerdo haberles hecho. –Ese es un claro síntoma de angustia.– Defendió el psicoanalista su idea una vez más. ¡No! ¡No! Porque lo curioso es que, no tenía miedo a pesar de poder visualizar todas esas imágenes horripilantes. Era como si, simplemente pudiera aceptar el suceso más terrible de vida en ese preciso momento, ahí en la calle y sin más, morir o ser arrollado por una auto o hallar…… bueno, usted sabe… y aún así, podía tener el poder de sobrellevarlo sin sentir nada. A veces me aterra, tengo que aceptarlo. Me aterra e intriga la indiferencia con la que  mi vida transcurre. Eso si, para que vea Doc, eso sí  podría tener un grado de angustia, si a eso es a lo que queremos llegar. –No queremos llegar a lo que yo diga.- Interrumpió el psicoanalista-Queremos. Recuerde que queremos olvidar pues…. ya sabe, todo este tema por el que usted vino aquí ¿no es cierto? respondió frotándose la afelpada barbilla el psicoanalista y mirando el reloj de pared, como esperando ansioso el final del tratamiento. –Nos quedan aproximadamente diez minutos de sesión ¿Algo más que haya soñado o pensado esta semana? Tenemos solo diez minutos antes de regresar.– preguntó el psicoanalista disimulando interés. Octavio permaneció callado, la hipnosis seguía transcurriendo, pero parecía que Octavio simplemente se había marchado del consultorio dejando su cuerpo recargado en el respaldo del sillón. El psicoanalista esperó por unos segundos y después de un gran silencio, regresó al llamado.- Nos quedan aproximadamente diez minutos de sesión ¿Algo más que haya soñado o pensado esta semana Octavio? Tenemos solo diez minutos antes de regresar.- Octavio respondió al llamado esta vez. Pero las manos le sudaban y la frente parecía transpirar también de forma fría. -¿Puedo ser lo más sincero con usted Doc?- respondió Octavio dejando por un momento el respaldo del sillón y levantándose de frente abriendo los ojos para mirar al psicoanalista fijamente.  –Sí, claro que sí Octavio ¿Qué pasa?-. Octavio suspiró y tratando de desarrugar su camisa de rombos y acomodarse todo el cuerpo para verse lo más serio posible a la hora de  hablar, se dirigió a la mesa para servirse un vaso de agua. – Lo he estado pensando y en verdad creo que ya estoy bien. Me siento realmente bien. Desayuno, como y ceno en la horas que debo. He salido todos los días a caminar y a comprar mi café. Me recuesto todas las tardes de a nueve a  diez y cuando llegó a desvelarme, no pasa de las doce de la noche. Todas las noches me quedo dormido viendo algún programa de televisión y en caso de que sea muy malo o me entren estos ataques depresivos, me tomo como usted me indicó mis pastillas y ¡Pam! ¡c’est fini!. Realmente creo que ya me puedo dar de alta Doc. Si bien, mi vida no es tan entretenida como la de un cantante o un actor de Hollywood, al menos ya no deseo que sea  de esa manera. Hoy por fin siento que estoy bien con mi vida, al menos ya no me quejo. – ¿Y que me dice de aquel asunto?- Interrumpió el psicoanalista incómodo por la declaración de Octavio, que parecía haber despertado del trance sin que el llamado del psicoanalista fuera requerido.- ¿De que asunto me habla?– preguntó extrañado Octavio ¡Si, si, el asunto Octavio!-. ¡Ah! ¿El asunto? El asunto esta bien. De todas maneras, aunque quisiera nada podría cambiar ¿Sabe?- Respondió Octavio muy seguro de sí mismo, sirviéndose un vaso de agua del cual alcanzó a derramar unas cuantas gotas en la alfombra.- Las cosas suceden porque el destino las condena a suceder. Es como lo griegos lo habían dicho, todo esta escrito desde un principio. ¿Sabe algo Doc? No creo que ella realmente haya decidido hacerlo…creo que el destino la obligo a hacerlo. Nadie tiene la culpa en esto. Ni siquiera yo.- Pero el psicoanalista había dejado de escuchar a Octavio desde que este le había mencionado el hecho de nunca regresar al consultorio. Había algo diferente en la mirada de Octavio, que al doctor lo hacía pensar que este nunca había regresado del trance y que en realidad se encontraba dentro de el. –Me parece que estas entrando en una etapa de negación Octavio.– interrumpió con tono severo.- Supongo que es bueno, porque representa un avance, pero también es la etapa más difícil de pasar. No te puedes descuidar en este momento.– Octavio volvió a tomar la jarra de cristal que se encontraba en la pequeña mesa con decorado vienés y volvió a servirse un vaso de agua. Esta vez procuró no llenarlo hasta el tope para no tener posibilidad alguna, de manchar la alfombra del consultorio. – ¿Entonces que propone Doc? Que no pare de venir a consulta ¿A pesar de que me siento más que bien? ¡Bah! Se acabo Déme mi receta y mis pastillas y ya, se acabo, estoy realmente listo. El psicoanalista colocó la pequeña libreta de apuntes en una de las sillas donde se encontraba sentado y en forma condescendiente se dirigió hacía su escritorio y sacó una de las recetas médicas.- Esta bien Octavio.- contestó cambiando su voz de severa a suave.- Si realmente te crees apto para darte de alta, lo entiendo y lo acepto. No estoy en condiciones de obligarte al tratamiento, pero antes de que te marches quiero recordarte que no has terminado con todo este tema… ya sabes el tema por el que viniste en un principio.– Octavio, siguió caminando en círculos por toda la habitación.- Doc. Las cosas están decididas. Ni si quiera tiene sentido nombrarlas. Ya es demasiado tarde, lo errores estarán hechos y no habrá culpables.- ¿Me permite hacerle la pregunta Octavio?– interrumpió el psicoanalista sin despegar la vista de la receta. –Claro que si Doc.- contestó con voz firme Octavio recostándose una vez más en el sillón terapéutico. – El nombre Octavio. ¿Podría saber el nombre de la mujer?- ¡Vamos Doc! No tiene sentido. Si le estoy diciendo ¡que por fin! se acabo todo este lío, es por que esa es toda la verdad. ¿Por qué le mentiría? No le voy a decir que no estoy feliz, pero claro que duele saber que habrá balas perdidas y terceros heridos.- ¿A que te refieres?- Contestó pálido el psicoanalista.- ¡Doc! No Vale la pena.- ¡Vamos Octavio! Tan solo el nombre.- Octavio lo miró a los ojos firmemente, como conteniendo un secreto que por dentro lo hacía apestar (oler muy mal) por el simple hecho de mantenerlo guardado.- ¡Esta bien! ¡Esta bien Doc! ¡Tranquilo!- se echó a reír.-Su nombre es Angélica. Angélica Perot.- El rostro del psicoanalista permaneció lo más inmutable que un doctor puede pretender ser, cuando recibe o delibera una noticia fatal. – Así que… ¿Angélica Perot?-. Octavio permaneció sin hablar por un momento, como conteniéndose.- Si, Angélica Perot. Pero todo llegó a su fin Doc ¿sabe algo? El día que estuve soñando con el gran sauce que caía por la colina a causa de la tormenta. No se lo quise decir antes pero, Angélica se encontraba ahí conmigo. Yo la abrazaba y sabía todas esas cosas que uno sabe cuando el final de algo se acerca, pero a pesar de que la lluvia casi me ahogaba, no quería dejarla ir. Era como si supiera que no podríamos aguantar más, pero prefería irme con ella a salvar mi vida. Ella se acercó a mí contra corriente. El agua nos llegaba casi hasta el cuello. Yo la miré fijamente a los ojos. La acerqué hacía mí con todas mis fuerzas, contra toda pesada marea que se escurría entre nuestros cuerpos colina abajo. Y ella me susurró algo…algo que dictaba el final por fin de toda esta tragedia.- ¡Que! ¡Que fue lo que Angélica le susurró!- preguntó el psicoanalista realmente intrigado por la historia. Octavio permaneció recostado en el sillón terapéutico y dando un respiro profundo cerró los ojos otra vez regresando a su posición primera.- Me dijo que… que ella por fin escaparía conmigo. Que era la última vez que estábamos juntos en medio de la tormenta. Que estaba cansada de estarse escondiendo y que era absolutamente necesario escapar juntos de una vez y para siempre.- ¡Pero eso es imposible! ¡A donde! ¡Hacia donde!- interrogó el psicoanalista casi entrando en un ataque de histeria. Octavio respiró profundo, muy profundo, como por fin encontrando una serenidad casi intangible.- Al mismo lugar de siempre, a un lugar que solo nosotros conocemos. Ya sabe Doc, un lugar que conocemos ahí, cuando ambos soñamos.- ¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIING! Sonó la alarma que marcaba el final de la terapia. El psicoanalista, casi  pegando un grito al cielo, cayó derrotado en la alfombra del consultorio. Octavio, sudando, tomó una bocanada de aire como regresando  de una asfixia, como regresando del fondo del océano hacia al superficie. – ¿Todo bien?- preguntó Octavio con un grado visible de consternación. El psicoanalista, que se encontraba derrotado de rodillas en la alfombra, poco a poco, disimuladamente fue recuperando la forma. –Todo bien Octavio. Me estabas platicando de una tal Angélica ¿recuerdas?-. Pero esta vez Octavio era otro. Tenía definitivamente otro tono de voz y desconocía de lo que le platicaba el doctor en lo absoluto. – ¿Angélica? Disculpe Doctor pero no se de que me habla.- Los minutos pasaron, la sesión había finalizado, el psicoanalista retomó su posición profesional –Esta bien Octavio. Es todo por hoy. Nos vemos la próxima semana. ¿De acuerdo?- Ese día como cualquier otro, Octavio se despidió del psicoanalista desconociendo toda platica obtenida en el periodo de trance. Como en cualquier sesión, acordaron una cita para la semana entrante y se despidieron con la rutina cotidiana de paciente y terapeuta.  Al salir del consultorio y dirigirse hacia su apartamento, Octavio  dibujó una sonrisa discreta. El psicoanalista en cambio, esa tarde recibió una llamada del hospital en la que le informaron que su esposa Angélica Perot, había sufrido una sobredosis por ingerir un tarro entero con pastillas para dormir.

Poesía. XI (Colección: Llora la tierra más que las nubes…)

Paloma.

Escrito por: Rasé.

Arte: Banksy

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La paloma despegó como la idea.

(Cruzó los cielos & las arenas)

Rebanó cuatro nubes/ robó la sombra de tres estrellas

Dos notificaciones del jurado

(Recibió después del hurto de ellas.)

(Y no las pago por cierto)-

Y es cierto que,

la paloma llegó justo al final del mundo.

Para escapar de los cuervos,

Para encontrar el punto, donde el sol no quema.

Pena / Rueda / Berrea

Escapa paloma del miedo inmortal de la muerte.

De las voces / cuchillo de la gente.

Y a ella no le queman los pies (Moctezuma)

Ni arden sus sueños en la hoguera del delirio.

De lirio /sus alas. (Con las que despegó como la idea)

Canto de sirena /  esperanza del mundo

Compartido con antenas /Cruzó la paloma: cielos & arenas.

Y

Trazó rectas a través de la vereda.

Paloma ciega / Si mueres tú, muere el mundo.

Blanca “u-v” pintada para ser curita de guerras.

Las penas / tuyas / mías / enfermas

Los lisiados en batallas / De cristal nunca serán tus alas.

Ni las alas de los aviones de guerra.

Balas/  sinsentido / imágenes de sangre (obscenas).

Paloma Hiroshima. / Paloma Armenia.

Paloma Rwanda. / Paloma Camboya.

Paloma Vietnam /Paloma Palestina.

Paloma America latina.

Paloma todos y cada uno de los granos de arena.

Y la sierra.

Y el desierto.

Y el monstruo disfrazado de grillo infeccioso de muerte.

(Que la guerra no me sea indiferente.)

Ardan los bancos / Los billetes (¡ojetes!)

Los que paloma /te arrastran

Entre cámaras de gas y desiertos turcos.

Hurtos

Incompresibles

Del sentido humano de la humanidad.

Del la traducción mal entendida del origen del mundo

Del apetito incomnesurable que devora al amor / Boca maldad.

 

La paloma despegó como la idea.

(Que cruzó los cielos & las arenas)

Paloma enferma / Lisiada/

Con un pie de palo y la espalda trabada.

Los lobos (los salvajes ogros)

Los cuervos / los odios

Un tsunami ahogado de ellos.

El mundo entero/ no es el cielo paloma.

Y aquí habremos muerto antes de tiempo (si olvidamos  tu vuelo)

sin pena ni gloria.

 

Poesía. X ( Colección: Cosas que suceden…)

Salvajes.

Escrito por: Rasé

Arte Visual: Man Ray

Man Ray 15

Se enteró un día cualquiera de que tenía rayos,

que a través de sus dedos, pies y manos,

tenía una arma que los sabios buscaban desde hace años,

y jugaba y las hacía parecer pistola y gatillo,

y con su ojo semilunar apuntaba hacia cualquiera

que fuese el objetivo.

Y todo era tan fácil mientras confiara en sí mismo

porque fue de la nada como supo que tenía rayos

y fue de la nada también como se enteró

que la noche,

no era un mito sino una sombra

y que los corazones cuando son embarrados

terminan siempre como alfombra

y aprendió también,

que la abejas pican y no solo regalan miel,

y que utilizando sus uñas (bien)

podía hacer tormentas que electrificaran los cuerpos

desde el meridiano del ombligo hasta la sien.

Se enteró un día cualquiera de que tenía rayos,

y se enamoró de un india sagrada,

y le tejió el cielo y le limpió sus alas,

y sabría que nada sería lo mismo una vez que la besara.

Y le enseño a bañarse entre las estrellas,

como si estas estuvieran predispuestas a limpiar el mundo,

y no se jactó de de tenía rayos

(en sus piernas y manos)

hasta que se miró a través de las persianas de ella

(y fue un momento abrupto) Si lo fue.

¿Y tenía miedo? Si, tenía mucho miedo,

y era una cobarde  timorato, maricón, pocos huevos

y los rayos se le fueron reduciendo tan solo hasta los dedos

y los fantasmas los fueron asfixiando al pobre par de ciegos.

Y después,

ya no se enteró un día cualquiera de que tenía rayos

sino que ahora para desgracia de ambos,

de alguna manera,

habían terminado vendados;

Enclaustrados en las rejas de sus propios temores,

que no comprendían la razón de los constantes albores,

que nos narran:

que amar es morir.

Y que morir no es más que sacrificar.

Ofrendar.

Entregar los corazones y los truenos,

los labios y los rayos,

esos rayos,

que se tenían en un principio

(en los dedos, pies y manos)

y perderlo todo, como bellos salvajes,

primitivos,  nómadas.

Anclados a la mar de recuerdos,

donde solo queda la ceniza del beso

y la factura mal pagada de un corazón

que murió pataleando, tintineado, ahogado, preso.

Se enteró un día cualquiera de que tenía rayos,

y el saberlo lo llevó de la mano a su propio,

triste, eterno, obstinado y vicioso engaño.

Se enteró un día cualquiera de que tenía rayos,

Y no debió, más tuvo que hacerlo.

Se enteró un día cualquiera de que tenía rayos,

de que tenía rayos,

de que tenía rayos,

Y se le quemaron los dedos como a Ícaro las alas

Y ella no era para él / Nunca fue.

Y ya no le pertenecía más / Nunca fue.

y aún así se enteró, a pesar de todo.

El sabía / muy adentro

que tenía rayos, aún guardados.

Cuentos. V (Colección: Cosas que suceden…)

Anima.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Renato Guttuso

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A las almas no se les puede engañar. Es algo que no sabía Joaquín. Las almas se encuentran allá abajo, entre las calles y las cafeterías, se miran entre las tiendas y los parques de la alameda central, se reconocen entre la tienda del carnicero Don Pedro y la comisaría del ayuntamiento, las almas no se pueden confundir, pero nadie le había dicho eso a Joaquín. Eso no venía escrito en los condicionamientos generales y en caso de que hubiera venido escrito, seguramente hubiera estado anexado con letras chiquitas en la parte inferior del contrato, donde el hecho de verlas es casi  imposible y se podría dar por seguro, la mala intención con la que este fue redactado.-Y te miré y se me hicieron agua los ojitos-. El camino de regreso siempre es más difícil que el de idaEl camino de regreso siempre viene plagado de dudas, de reflexiones, de satisfacciones inconclusas por el hecho de no poder permanecer en el lugar utópico en el que ya se estuvo una vez (Se estuvo contento.) El camino de regreso es de sonrisas que vienen y se van, es de recuerdos, de memorias, de nostalgias, de abrazos-despedidas-reencuentros, abrazos-despedidas-reencuentros, abrazos-despedidas-reencuentros, el camino de regreso es sinónimo de la parábola del hijo prodigo. – ¡Hoy es el día! ¡Es veinticuatro! ¿No es cierto?- Joaquín era un ángel, pero parecía más un búho y no sabía muchas cosas que debería haber sabido antes de haber nacido. De Joaquín, se  podía decir que era un tipo ingenuo. Y es que todas las noche regresaba a casa de Tona, obstinado, tirando piedras a la ventana, gritándole- ¡Tona! ¡Sal! ¡Que ya llegaron los mariachis!-  y todos se le quedaban mirando como un loco, un borracho indeseado. ¡Ya vete a dormir cabrón!– gritaba el vecino de ella y el se hacia el sordo y se quedaba horas y horas con su guitarra mirando hacia la ventana, esperando, contra las manecillas, el frío, las cuatro de la mañana y el desamor, esperando que la cortina se moviera aunque fuera dos centímetros a la derecha o la izquierda o al lugar que fuera, pero que se moviera, con lo ojitos de Tona  detrás de ellas,  asomándose discreta, contenta, callada, ausente. Pero vamos a ser sinceros Joaquín ¿Cómo pudiste pensar en algo así? ¿Por qué lo harías? ¿Por qué? Donde inicia la cordura y donde termina la razón. -Ciérralos.- No tenías que haber hecho caso jamás, todos saben que antes de hacer tal o cual cosa, se tiene que mirar con sospecha todo, poner en duda todo, cerrar un ojo y dejarlo entre abierto para ver que esta pasando alrededor, no se puede entregar tan fácil ¿Me entiendes?. – ¡Que los cierres Joaquín! – Y es que lo entiendo, más no lo justifico. Ya sé lo que vas a decir: El amor, la fragilidad del momento, sin mencionar que era tu cumpleaños (¿Era tu cumpleaños?) – ¡No! ¡No los quiero cerrar Tona! Déjame ver que tienes ahí.- Ingenuo, torpe, crédulo Joaquín ¿en que momento decidiste? Es tan fácil perderlo todo en dos, tres, cuatro segundos. La vida gira y no nos podemos imaginar los vuelcos que da en una abrir y cerrar de ojos y es que hasta el más inocente tonto lo sabe: “A las almas no se les puede engañar.” -¡Ciérralos y adivina!- te dijo. Y tú lo hiciste.  Y era húmedo, delicado, era un sueño, un dedo fantasma tocándote la nariz y luego ¡Planck! Reventaba y reventaban dos a la vez ¡Planck! ¡Planck! Y ella reía, con esa risa sincera, con esa carcajada bendita de niña y a ti también te daba risa. – ¡Son burbujas!– le dijiste. Y si lo eran. Y es que Joaquín era un ángel, pero parecía más un búho y no sabía muchas cosas que debería haber sabido antes de haber nacido, como llevar serenata cuando las personas descansan o se sabe en donde están, pero era necio,  terco, Joaquín, siempre rebelde contra la teoría del espacio y el tiempo, de lo físico y lo metafísico también. -¡Tona! ¡Sal! ¡Que ya llegaron los mariachis!-. Pero no, no, no, esta vez no  iba salir, porque las serenatas se llevan cuando la otra persona se sabe donde descasa. –¡Hoy es el día! ¡Es veinticuatro! ¿No es cierto?-. Sí, sí lo era y aparte era tu cumpleaños, si lo era, ahora lo recuerdo mejor. Y ella seguía soplando y las burbujas y estaban levitaban por todo el coche y se llenaba de bolas de cristal todos los asientos, todo el auto y los ojos, y los espejos. – ¡Son burbujas!-le dijiste. – ¡Si!- se echó a reír- ¡y todas revientan como pompas de jabón!-. Faltaba muy poco para llegar, casi media hora sin paradas en gasolineras o en baños públicos, pero decidiste. Decidiste hacerlo y para serte franco, no lo entiendo. No lo concibo. Explícamelo por favor. Nadie dijo que sería fácil, nadie, pero hombre, podías haber intentado no hacerlo.- ¡Te amo!- te dijo y subió el volumen del auto.  – ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?- y tu recordabas todo. Sabías todo. Todo. Todo. Le dijiste que lo sabías desde que la habías mirado por la ventanilla, le dijiste que sabías que la conocías de otra vida y que eso era algo difícil de reconocer, pero que es imposible no saberlo cuando sucede, porque a las almas no se les puede engañar –Y te miré y se me hicieron agua los ojitos-. No Joaquín, no era el momento, no lo era, pero siempre fuiste tan crédulo, tan confiado. La vida te tenía que enseñar que tú no tenías la correa para controlarla. -Ciérralos.- y los cerraste esta vez. Fue un segundo, un parpadeo –¡Tona! ¡Sal! ¡Que ya llegaron los mariachis!-. ¡No! ¡Joaquín!, ¿como le llevas serenata a alguien que no descansa? – ¡Que los cierres Joaquín!-  y es que entiende, entiende por favor, torpe, necio, inocente Joaquín, entiende que a las almas no se les puede engañar.

 

¡Planck!

¡Planck!

 ¡Planck!

 

-¡Son burbujas! ¿No es cierto?

Poesía: Tres lamentos efecto de una negativa. (Pte. 3)

No digas.

Escrito por: Rasé.

Arte Visual: Mike Mills

Mike Mills (vaso)

 

No me digas que vuelves porque las migas se las comieron los cuervos.

Se extinguieron las mariposas rojas con las que todo el mundo confunde el amor.

En los ojos se vuelve muda la mirada cuando se niega desde adentro la petición,

Se filtra dentro de mí velita, la gotera, la humedad del agua salada,

que cae del parpado, que viene del ojo, que se vuelve mudo,

cuando se estampan los cisnes de tu ambigua respuesta de brújula rota,

de tragedia de siglo XX. Sin remedio, sin importancia, intranscendente,

como la vida que sigue con reloj en mano,

como el tiempo que nos va persiguiendo y se devora los cabellos de los peatones viejos y  ya no queda nada, ni tu mirada muda, ni el centro del universo

que nosotros creamos

cuando nos dijimos, nos pensamos,

ni mis miedos, ni los tuyos

( si tuviste alguna vez).

ni las ganas, ni los sueños,

ni la pregunta contestada con la mirada muda de tus ojitos

que se niegan sin moverse una vez más.

 

No me digas que vuelves porque las migas se las comieron los perros.

Porque aquí ya nadie va recoger los vasos rojos que se quedaron ayer,

porque las ventanas y las puertas andan bien abiertas por si tu espectro se decide a regresar un día,

en forma de nube o de ventisca, o de palomilla negra en la esquina.

Porque podría estructurar un libro de lamentos,

redactado con lagrimas, y con canciones escritas en francés

y parecería patético

como ver a un perro invalido gritando auxilio en la coladera,

aullando la triste canción de los enamorados.

 

Ahora por favor amiga. No me  digas que vuelves más.

Porque  mi amor por ti no va cambiar, ni pasar,

De un dia para otro,

Porque las cosas llevan su tiempo y los clavos sacan otros

 

 

Y no somos ingenieros, ni doctores para

Recetarnos tiempo para olvidar.

 

No me digas que vuelves porque las migas se las comieron ellos,

Y Ahora si se nos acabo la hora,

Ahora si despertamos a canto de gallo.

Del  sueño eléctrico de dos extraños,

Que volaron como truenos

y cayeron a la sombra del cielo,

entre lágrimas de algodón,

como tormenta.

 

– La violencia  es la espalda del amor.-

 

 

 

 

 

 

Poesía: Tres lamentos efecto de una negativa (Pt.2)

El mundo se debe andar quedando ciego.

Escrito por:  Rasé.

Pintura: Wilfredo Lam

Autoretrato Wilfredo Lam

El mundo se debe andar quedando ciego,

mi buen amigo.

Faltan detectives serios para resolver

de lo qué se trata este misterio:

Las lunas llenas,  se menguan sin que los corazones tengan que latir,

-Bam bam- Las tamboras solo suenan para marchar,

para ver a los soldados partir

a las madres parir,

al par de amantes sufrir;

Las tazas de café nos mantienen con  insomnio de ojo cereza,

de pensamiento embarrado,

de mujer que se fue

porque

le ha llamado el novio ahogado:

hinchado, mi buen amigo, embriagado de tristeza,

Y nadie dice nada cuando lo ven enterrar la esperanza en el cementerio de promesas,

Y nadie dice nada cuando lo ven arrastrando las ilusiones huérfanas por la azotea.

 

El mundo se debe andar quedando ciego. Yo lo sé.

Y tú seguirás siendo mi buen amigo,

A pesar de que mis palabras se traduzcan

en anagramas negativos a tu consciencia;

Y  a pesar de que no entiendas el matrimonio de las palabras: roma &  amor,

O que el palíndromo significado de mi beso,

Se lea de atrás pá delante solo como: Dolor.

 

Mi buen amigo,

aunque las cosas nunca vuelvan a ser igual,

aunque los motivos  se nos borren del recuerdo,

te prometo, que no habrá manera alguna

de que el mundo se pueda quedar tan ciego,

tan indiferente a la luciérnaga del: “Te amo”

(-bzzz bzzz- yo también.)

Junto a la almohada

respirando duro, con el vientre tenso,

rezando la antítesis, pregonando el abracadabra en el cráter meridional,

riéndose a solas de quien quiere limosnear complicidad

en este desierto, laberinto de soledad.

 

El mundo se debe estar quedando, ciego, ciego,

Así que no más merthiolate para mis ojitos que te extrañan morados,

no más  llamadas, ni mensajes en botellas lanzadas

como cobardes, mezquinos, (sabe donde andan )náufragos.

El mundo se debe andar quedando ciego.

Si.

Así que basta de mascaras que esto no es Venecia,

Ni una obra de Fitzgerald.

El mundo se debe andar quedando semi- bizco,

Mutilado cual Edipo, escalofriante como un sismo;

Pero nosotros todavía usaremos lupas,

Para leernos de noche, todas las historias,

Leyendas, mitos, cantos de gloria,

Todos,

debajo del parpado que se olvida de la razón:

El epílogo de nuestras horas que se va desmoronando en la vida como un fantasma,

que se pierde, se esfuma,

se vuelve ausente y nunca se pasma

y que nunca nos traiciona mientras ciegos miremos el fondo las cuevas nuestras,

el propio reloj atómico, a punto de estallar en forma de hongo,

sembrando una semilla en cada una de las pecas

de la madre negra,

todas amarillas, todas bellas, todas eternas,

las danzantes inmóviles,

las estrellas;

Vamos a robárnolas todas,

a recortar pedazos de cielo,

a cazar ángeles y cupidos

sin importar las consecuencias.

 

Poesía: Tres lamentos efecto de una negativa (Pt.1)

Ojala todo fuera como el cabello que crece.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Oskar Kokoschka

Kokoshcksa

Dis moi ce que tu penses

De ma Vie

De mon Adolescence.

 

Dis moi ce que tu penses

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L’Amour et la Violence

Ojala todo fuera como el cabello. Que crece.

Que no lloviera solo porque  están tristes los algodones dulces.

Que las lágrimas fueran tormentas. Grandes tifones.

Que estas regaran las semillas plantadas en nuestros pechos. Corazones

Ojala que todo fuera como el cabello. Que crece.

Que todos pudiéramos ser Hércules un lunes

O un martes

O toda la semana

Y pudiéramos cortar las cabezas de Hidra,

rebanarlas una a una,  como trozos de pastel

Y  regresarán, ellas,  como  velitas de cumpleaños

Que por  más que les soplen no se apagan. Porque aman.

Aman en la extinción de la flama.

Se aferran,

Con los pies con peso de cadenas,

se niegan a caminar pa´ delante,

porque saben que  no todo es  como el cabello.  Que crece.

Que hay cosas que el alma, por más que quiera uno,

Nunca, nunca, reverdecen. O Ascienden,

Como cohetes y como miradas que hablan entre líneas,

Y se dicen la verdad de noche frente la almohadada,

Y el tiempo las marca:

X, Y

Ecuaciones malditas, divinas,

Víctimas de las coordenadas,

De la graficas del destino.

Diferentes pulsos. Diferentes beats los corazones.

Todos huyendo del toro con manecillas,

Tratando de no errar el siguiente paso.  Acaso,

¿Cómo sería, si todo fuera como el cabello que crece?

El fracaso se esfumaría y la oportunidad nos escondería:

Que la vida es más compleja de lo que parece

No podemos volar tan alto,

No poder excavar tan hondo,

Las moiras se ríen como hienas payasas,

Nosotros morimos por el perdón.

Poesía. IX (Colección: Historias de los Mano Negra)

Fecunda amor.

 Con cariño a J. Pablo Casas & a los anónimos Mano Negra de la ciudad.

Escrito por: Rasé

Pintura: Richard Phillips

richard phillips

Vamos a incrementar las pulsaciones (Todas). Aquí y ahora.

Vamos a internarnos donde los dementes están encarcelados.

(Y nunca salvarnos.)

Locos.

Solos.

Sucios.

Embarrados.

(Mano negra: detestados, exiliados.)

Vamos a perdonarnos, sin necesidad de crucificarnos.

Vamos jugar con las palabras,

a no saber nada, por un solo segundo, a ignorarlo todo,

como niños (recuerda a los niños), como simios;

Vamos todos, como recién nacidos,

a chuparnos el dedo gordo,

a mamar los senos de nuestras madres,

a cagar en calzones y pañales

y a extender nuestras vidas como sabanas por todo el mundo, cubriéndolo (que tiene frío), siendo nosotros uno solo cuerpo con este, un solo cuerpo acucharado (celeste), de mujer bella, de muslos gigantes y nubes de carne y olvidarlo todo. Todo ahí.

Ahí. Ahí.

¡Ay!

Vamos a ser la espuma de los días

y a entregarnos siempre como las olas del mar,

a otorgarnos, a ofrecernos, a saber, aprender amar.

Vamos a fumar dos cigarros: Uno por dios y uno por el diablo.

Vamos a entender el balance de lo negro y blanco.

Vamos a mirar puertas donde había paredes,

A volver a  vivir lo que lo sucedió en 1979.

A ver las verdades (sarcásticas) de nuestra propias estupideces.

A morir acuchillados por las abuelas que se quedaban sordas cada vez que escuchaban nuestra sarta de sandeces.

Vamos a fecundar amor en los arrabales,

Amarnos mugrientos, sin derechos, ni propiedades,

A consagrar la juventud con una bandera de anarquía

en todos los rincones de las ciudades.

Vamos a ofrendar todos nuestros pulmones agujerados,

con tabaco, marihuana y nicotina impregnados.

A poner con una vela nuestras coronas de rosas marchitadas,

a dar los centavos, las chelas, las chanclas

y si se puede hasta las nalgas. (Ja- Ja)

Vamos a regresar al origen, a la semilla

y a los tiempos de las algas.

¡Bendita Amnesia!

¡La vida es un juego!

¡El juego del amor!

¡Benita amnesia!

El tiempo esta lleno de cicatrices,

y recordar es un clavo en la memoria,

una espina llena de dolor.

¡Fecunda amor!

¡Hermano! ¡Hermana! ¡Pluma verde de quetzal!

¡Fecunda amor!

Para volver a escribir en nuestras cabezas blancas

todas las historias que nunca nos contaron.

Para intentar ya no desear el deseo,

Para no ser siervo y tirano.

Para ser solo hermanos.

¡Fecunda amor!

Y vamos a bailar juntos y perdernos, entre figuras geométricas y cumbias eléctricas, entre soles y lunas y noches de lluvias.

Vamos a embriagarnos con Baco, con sus agrias uvas.

Vamos a ser espejo y dualidad.

Tu laberinto y Yo Minotauro.

Tu corazón neptuno y yo planeta condensado.

Vamos leernos si se puede en más de quinientos ochenta tomos,

A mirarnos desde arriba de la pirámide, como hormigas diminutas, como estrellas (lunetas) extraviadas en el cosmos.

¡Fecunda amor!

Y vamos a incrementar las pulsaciones (Todas)

A mirarlo todo desde la ventana,

A estar en medio de la ciudad abrazándonos a solas.

Vámonos todos a romper el cielo como cometas,

a deletréanos los cuerpos de la A hasta la Z,

y a crear de nuestra estela una realización erótica,

para alcanzar al ser en lo más íntimo,

ahí donde falla el corazón;

para dividir el mundo en dos tipos de personas:

En los que creen en  magia y los que creen en el amor.

¡Por favor hermano! ¡Hermana!

Ama. Ama. Ama.

Y

Fecunda tu amor con una devoción sagrada.

 

Somos los eternos hijos bastados de la luna.

Los mineros del verso en esta ciudad de diamantes.

Los vagabundos sin ruta. Los poetas errantes.

¡OH libertad eterna!

¡Todo te debo!

¡OH libertad eterna!

Somos los Mano Negra.

Cuentos. IV (Colección: Cosas que suceden..)

Réquiem a David y Laura.

Escrito por: Rasé.

Pintura: Terry Rodgers.

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Eran seis, los que sabían la verdad, entre David y Laura. La otra pandilla de ángeles, se encontraban en la habitación central mirando con determinación pérdida hacia aquel techo percudido y húmedo que se perdía cada vez más entre las luces de neón y el humo del Kadishh. Todos los cuerpos de los ángeles oscilaban de una lado a otro como un péndulo que va de un lado a otro, en cámara lenta, izquierda, derecha, frente, detrás, los cuerpos de los ángeles, con sus rostros totalmente pasmados, unos con los ojos desechos, pupila roja y rimel corrido, mojados por el alcohol y hundidos en una inmensa ola de ambigüedad mental. Las alas, con su plumaje blanco, era blanco, fue blanco, ahora parecía un remedo de alas, de paloma, sucias, mugrientas, descuidadas; eran las fiestas rave, las que habían quedado impregnadas, las pastillas, los sueños rotos, la esperanza de que un Dios se les acercará, en cada una de sus plumas, sus pieles blancas, sus tersos cabellos, que fueron tersos y ahora eran un casi un peluquín seboso.  David y Laura se encontraban en la parte de afuera del castillo. En los jardines. Ahí el paisaje, era mucho menos apocalíptico. Aunque no sabían si lo era en verdad o eso les parecía, porque ambos estaban que se mordían las uñas por tanto deseo. ¡Hay el deseo!, el acariciaba sus alas y ella solo se retorcía entre el césped azul. Ella agitaba los cuernos y la cola filosa de este. El alcanzaba hacer un quejido de júbilo. Lo hacía sin decir una palabra que se entendiera o que ella pudiera entender al menos. Cada vez que el apretaba sus piernas, ella vomitaba flores, podían ser malvas, bugambilias y si eran girasoles, era porque el fuego los consumía con dolor. Decían que el mundo se iba acabar, después de la bomba.

 -¿Que bomba?

-La bomba.

 El fin del mundo no era la bomba. Sino la falta de adaptación, de entendimiento. De unos con otros. Todos eran extranjeros de una realidad coherente. No recordaban nada, por lo tanto no sabían que eran, que querían, que hacían. Era el tiempo de la nube de Kaddish. De la amnesia temporal.  De los ojos mirando la nada o la nada ya intrínseca en las pupilas de todos.

 -¿Porque yo no tengo estos?

-No lo sé.

-Dame de esas.

-¿Las rojas?

-¡Si! ¡Si!

 -¡Ah!

-¡Más!

David y Laura. David y Laura. David y Laura. David y Laura. Cuatro veces los dos juntos. En las diferentes recamaras secretas de la casa que daban al lago. Dos de ellas, totalmente embriagados, perdidos en otro lugar menos sus cuerpos, desnudos, ella olvidada de ser una ángel y el olvidado de ser un fauno, una cabra, una cosa, cosa con cuernos y pezuñas. Eran seis, lo que sabían la verdad, entre David y Laura.    Solo seis. Tres de ellos les importaba un bledo. Otros dos, se encontraban en algún baño del castillo, también vomitando girasoles, pero con agujas, con líquidos,  venenos, y también con roces. Y uno, ese uno se llamaba, así, como se llama el dolor celososo, la locura irracional del sentimiento.

-¿Que bomba?

– ¡La bomba! ¡La bomba!

Todos los ángeles oscilaban. Las nubes, las luces, los decibeles, todo incrementaba, los vasos vibraban. En varias recamaras cada vez más girasoles y bugambilias y malvas también. Cada vez más de todo y menos de ellos. David y Laura recostados en el jardín, de espaldas al césped y mirando las tres lunas.

 -¿Donde?

-Esa que esta ahí. A lado de la que parece elefante.

– No la veo.

– ¡Esa!

-No la veo.

– Hazte más para acá.

– ¡Ah! La que parece cisne.

-No parece cisne, parece elefante.

– ¡No! ¡No!

 David y Laura, comiendo sueños, besándose. Detrás de los arbustos: La noche. No hacía frío. Hacia bastante “abrazo”, bastante “brazos que encierran”, que aprietan, que aprietan rico.

 -Creo que te amo.

-¿Que es eso?

– Es cuando sientes lo que sientes, cuando te tocó las alas, pero sin tocarlas.

– Pero tú no tienes alas.

– Creo que me están saliendo.

Laura sola. Retando a todo. Comiendo Sueños. David solo. Creyendo en algo, algo  parecido a un conejito blanco, tierno, frágil, apunto de deshacerse en su palma. El tiempo, detrás de los arbustos, vestido de negro, espiando entre ramas. Frotándose las manos, saboreando el banquete próximo. El tiempo, vestido de noche, detrás de las ramas y arbustos, detrás, siempre detrás.

 -Deberíamos de regresar.

-Deberíamos.

 Todos los ángeles adentro del castillo. De rodillas, implorando el regreso a sus cuerpos. Sus alas tiradas en el suelo, en el piso  de mármol. Ellos, en forma de vela, de cera derretida, en forma de convalecientes ángeles, que han sido fusilados, por luces de neón, pastillas, Kaddish, nubes, nubes, nubes, luces, beats escandalosos, betas láser, beats, luces, nubes, cáliz aguardientoso, ángeles de rimel corridos hasta sus pechos, pidiendo perdón, casi en sus inconciencia. Inocencia. Almas olvidadas. Dame la mano. No, no puedo. Abre las puertas del cielo, se están muriendo. Es una lástima, no puedo. Ángeles oscilando. Alas sucias. Luces. Desastre, vasos rojos, con girasoles vacíos. Es castillo siendo casi el fin. La nada.

 -La bomba.

-¿Cual bomba?

 Detrás de los arbustos el tiempo, vestido de gala,  de noche, de obscuridad. Colocando un reloj, un cronómetro, una bomba. En los bolsillos, en las prendas de David y de Laura. Ellos, sin saberlo. Colocándose sus ropas. El, uno, envidioso, celoso sentimental, ahí, detrás del tiempo. Esperando, paciente, detrás de los arbustos, de las ramas, del tiempo vestido de gala, de noche, el, uno, uno sobrante, el egoísta, el culpable metafísico. Esperando. Esperando. Esperando. En silencio Esperando el diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos…

 -Te amo.

– Date prisa, que estamos soñando.

Poesía. VIII (Colección: Poemas sueltos…)

Gotera.  (Las flechas de Cupido son causa médica de hemorragia.)

Escrito por: Rasé.

Arte Visual: Mike Mills

Imagen

A las…

luna cabizbaja,

se nos mete el duende,

ese que se nos escurre y hierve

y entonces empezamos a plantarnos flores

en el la punta de los labios, acariciando,

embriagando nuestros olores.

Sacamos al pajarito azul, lo crucificamos

lo guardamos en el baño,

en el buró de cemento, en el sepulcro

detrás de tu reservado ornamento

y luego viene, como un dragón que muere,

tu lamento,

pero no sufres aunque te arrastras,

te estas muriendo conmigo y te salen alas,

pero no eres ángel;

Pecado, talvez pecado,

ansiado desde las tres de la tarde,

Sensible y amable, lo beso,

Pero no te amo, ni tú a mí,

es una maldita broma, un fuego impactado

que me tira el suelo y entinta el encuentro enamorado

en un mar carmesí, desprovisto, ahogado.

 

A las…

Luna como bola,

saltamos ahí,

donde la duda sabe a arroz con leche,

donde la promesa es cereza y jugo de uvas,

donde si yo te miro a los ojos, el mundo se compadece

y nos saboreamos, nos empalagamos y luego nos vomitamos.

Nuestras entrañas melódicas, románticas, antagónicas,

son huéspedes de un fantasma con forma de carretera espiral

y así damos giros prologados en las líneas del tiempo

rozándonos tiernamente provocándonos un herida colateral.

Yo no entiendo porque me haces esto,

tengo miedo de quererte tanto hermana, que me cobres impuesto

o que mi sangre sea  tu sangre y que cometamos incesto.

 

A las sol se asoma,

viene nuestro réquiem que no es novedad,

una premonición cantada desde la puerta,

un hada putrefacta, un liebre cazada y descontenta.

Vienen las preguntas como canto fúnebre

y entonces me dices que no,

que talvez más tarde

y te insisto,

te digo que en mi pecho esto esta que arde

y entonces, otra vez

me dices que no, te niegas,

me juras que seguramente,

lo lograremos más tarde,

que mejor mañana nos amamos,

que hoy mejor nos deseamos.

Y entonces me enervo,

te digo que mañana no existe si nunca empezamos,

Que no desperdicies esta semilla

que se nos clavó a ambos,

pero es inútil, porque entre beso y beso,

parece que todo este amor sin empeñarnos,

poco a poco, lo desperdiciamos.